El Vaticano: el arte en todo su esplendor
Las paredes de los diferentes edificios del Vaticano muestran mensajes políticos, filosóficos y culturales de los papas que encomendaron la creación de impresionantes obras a través de los siglos, brindándonos un espectáculo artístico como pocos.
Una tarde a principios del siglo XIX, el cardenal francés Joseph Fesch, tío político de Napoleón, fijó la mirada sobre el taburete de su zapatero. Atónito, vio pintado sobre el banquillo la cara de un anciano agonizante. Sin duda alguna, era la última pieza faltante de un rompecabezas que había empezado a armar años atrás.
Por unas cuantas monedas, el Cardenal le compró el taburete y mandó a unir la tabla con otras que también había encontrado. Ante sus ojos yacía la figura completa del anciano arrodillado en penitencia. Era el San Jerónimo de Leonardo Da Vinci, una obra nunca acabada por el artista, a finales del siglo XV, dada como perdida. Conocida como “la perla del Vaticano”, no es solamente el único Da Vinci en los Museos Vaticanos, sino en toda Roma.
Museos pocos comunes
El Vaticano, el estado independiente más pequeño del mundo, no es únicamente la cuna de la Santa Sede, máxima institución de gobierno de la Iglesia Católica, donde reside el líder espiritual de más de mil millones de católicos. Es, también, el terreno de menos de media hectárea con la mayor concentración de arte en el mundo. Enclavado en la ciudad de Roma y con aproximadamente 900 habitantes, El Vaticano organiza espléndidamente, en los denominados Museos Vaticanos, miles de cuadros, frescos, tapices, antigüedades, libros y esculturas que, desde 1506, los pontífices coleccionan.
Los Museos Vaticanos son una visita obligada para cualquiera que desee apreciar el arte en todo su esplendor. Están compuestos por varios museos, cada uno de ellos dividido en tres o cuatro colecciones, además de un conjunto de pequeños palacios, galerías y antiguas capillas. Palacios pontificios, como el Palacete del Belvedere, las habitaciones de Rafael, los aposentos de San Pío V y la famosa Capilla Sixtina, también forman parte del conjunto.
Su importancia para el arte mundial es tal, que los historiadores los identifican como la cuna del Renacimiento. Es aquí, en aposentos que abarcan épocas arquitectónicas del arte europeo, egipcio y grecorromano, donde los grandes maestros de este periodo se inspiraron y plasmaron sus más grandes obras.
El responsable de este monumental conjunto es su director, Antonio Paolucci, para quien los Museos Vaticanos son mucho más que la Capilla Sixtina. “La principal fascinación de los Museos vaticanos consiste en ser speculum mundi (espejo del mundo). Ninguna civilización en la historia ha hecho esto y los Museos Vaticanos están acá para ayudar a comprenderlo”, comentó poco después de asumir su cargo a petición del papa Benedicto XVI.
Estos, definitivamente, no son museos comunes. Para empezar, son los primeros instituidos hace más de 500 años. Además, son los únicos en el mundo que se autofinancian solamente con los ingresos por la venta de las entradas. Y es que su carácter ahorrativo no pasa desapercibido: manejan un número muy reducido de personal, 450 personas, comparado con otros grandes museos. En el Louvre, en París, trabajan 2000, y en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, más de 1000 personas.
Un recorrido único
Las diferentes edificaciones, obras de arte por sí solas, están conectadas por múltiples pasillos. El recorrido es largo. La Santa Sede se enorgullece en dar la cifra: siete kilómetros caminando solamente para atravesarlos, un número impresionante si se toma en cuenta que a cada cinco pasos se puede encontrar un Caravaggio, un Rafael o un Miguel Ángel. Por cierto, las escenas del Génesis pintadas por Miguel Ángel en la bóveda de la Capilla Sextina son los frescos más influyentes en la cultura e historia del arte occidental, el símbolo del renacimiento. Entre 1508 y 1512, Miguel Ángel pintó mil cien metros cuadrados en el techo de la Capilla.
Con tantos museos y lugares que visitar, y tantas cosas que admirar, ¿por dónde empezar? Es imposible ver los museos en su totalidad en un solo día. Por esto, la mejor forma de recorrerlos es contratando una visita guiada, para ver lo más importante en poco tiempo y entender mejor el momento histórico que vivían los artistas y los papas que encomendaron sus creaciones.
Luego de comprar los tiquetes, al lado de la entrada, se encuentra la Pinacoteca. Este sería el primer paraje obligatorio en la visita. El último, donde la mayoría de los tours terminan, es en la Capilla Sixtina. Lo que logre visitar entre estos dos lugares dependerá mucho del tiempo y los días que tenga. Lo ideal por la proximidad es visitar, luego de la Pinacoteca, el Museo Gregoriano Egipcio y el Gregoriano Etrusco. La Capilla Sixtina y las Estancias de Rafael están en el extremo opuesto del consorcio, por lo que lo más aconsejable es parar en las Estancias antes o después de la Capilla.
Algunos detalles importantes: la entrada a la Capilla Sixtina y a todos los Museos Vaticanos cuesta catorce euros. No se puede reservar con anticipación y su compra no es reembolsable. Los museos abren de lunes a sábado a las 8:30 a.m. y cierran a las 6:00 p.m. Las filas llegan a ser muy largas, por lo cual se recomienda llegar temprano. Algunos de los museos y la Capilla Sixtina abren los últimos domingos de cada mes y su entrada en esos días es gratis. Vale la pena revisar el sitio web de la Santa Sede (http://mv.vatican.va) pues allí tienen un calendario detallado con las fechas de apertura, cierre por días festivos y costos.
Expresión religiosa como legado
Hoy, más de cuatro millones de visitantes al año observan impresionados la historia de la iglesia plasmada por el papa Julio II en el siglo XVI, al crear los Museos Vaticanos. Pero no siempre la solidez y estabilidad del Vaticano fue evidente. A finales del siglo XVIII, todas las obras salieron del Vaticano y los museos quedaron totalmente vacíos. Napoleón Bonaparte, durante su conquista del estado de la Iglesia, dio la orden de trasladar en 500 carros las colecciones vaticanas al Hotel de Soubise, en París. Durante el siguiente siglo, el Congreso de Viena obligó a Francia a devolver las obras robadas, pero únicamente regresaron el setenta por ciento.
Durante la ausencia de las obras en el Vaticano, Pío VII compró nuevas y creó otra colección. Cuando las obras originales regresaron al museo, fue necesaria la construcción de una nueva ala para exhibirlas. A medida que pasaron los siglos, cada papa contribuyó encargando nuevas alas, colecciones, edificios y jardines, expandiendo de esta forma los que hoy conforman los Museos Vaticanos.
La visita a los Museos Vaticanos es un recorrido a través de la evolución del arte, de la cultura y de la permanencia de la fe cristiana por más de quinientos años. Así lo resumió Juan Pablo II cuando expresó: “Se puede decir que los Museos constituyen, en el plano cultural, una de las más significativas puertas de la Santa Sede abiertas al mundo…”, y así continuará siendo, pues cada día miles de personas de todas las condiciones sociales y culturales, provenientes de todos los rincones del planeta, visitan y seguirán disfrutando de este valioso legado artístico como ninguno.
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Datos de interés |
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Fotos:
© Doug Pearson / JAI / Corbis
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