Familia que “escala” unida, permanece unida

Gladys Navarro de Gerbaud |

17 septiembre, 2002

Claro que el refrán original sugiere rezar en familia, pero hay quienes prefieren que la actividad realizada con sus seres más queridos sea un poco más “arriesgada”. Esto fue lo que decidieron el cardiólogo panameño Jorge Motta y sus dos hijas mellizas, Alexandra y Melissa, con el pleno consentimiento y apoyo de su esposa y madre, Leonor, quien prefirió continuar practicando el refrán original.

La idea se le ocurrió a Jorge, asiduo practicante de los deportes, quien se entusiasmó con pasar varios días “a solas” con sus hijas universitarias para poder conversar y compartir experiencias únicas e imborrables, mientras se deleitaban con hermosos paisajes. ¿El lugar seleccionado para la gran aventura? Nada más y nada menos que la montaña más alta de Africa, el volcán Kilimanjaro, con 5,895 mts. de altura. ¿Por qué ésta, y no una más fácil? Principalmente por las muchas leyendas sobre esta montaña, por el reto que significaba, y por las buenas referencias obtenidas de la misma, a través de otro panameño que también se atrevió a escalarla hace unos años: Juan Ramón Feliú. El le indicó a Jorge el nombre del hotel de montaña en el que debía quedarse, cuyos propietarios ingleses tienen más de 60 años en el negocio, y cómo debía prepararse para el viaje. Lo demás es historia: las hijas, que ya habían participado en actividades difíciles como un triatlón, un medio maratón y el cayuco race por el Canal, se entusiasmaron en cuanto escucharon la idea, cada uno arregló sus itinerarios para poder tomarse 10 días prestados de la rutina diaria, y empezaron los preparativos que les llevarían a la cima del Kilimanjaro.

La primera pregunta: ¿cualquiera lo puede hacer?
Es posible hacerlo si estás en buenas condiciones y dispuesto a seguir, al pie de la letra, las instrucciones de los guías, además de realmente querer llegar hasta arriba. Sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a pasarse seis días incomunicados sin bañarse, durmiendo en toldas de campaña, soportando el cansancio de las extenuantes caminatas, comiendo y durmiendo con dificultad, y, en la mayoría de los casos, sintiendo náuseas y dolor de cabeza, por la altura. Pero para algunos que deciden explorar esta aventura, otras cosas valen más: poder admirar y ser parte de cinco distintas zonas climáticas, con sus características flora y fauna; poder estar, literalmente, “por encima de las nubes”; y poder sentir la satisfacción de lograr un reto físico de esta naturaleza.

Según nos comentó Jorge: “la clave del éxito es el guía. No puedes escoger a cualquiera que te encuentres en la calle como guía, aunque muchos te van a ofrecer que te pueden llevar a la cima. Hay casos de guías que abandonaron a personas en media montaña o que cometen errores que ponen a las personas que escalan en peligro. Es imprescindible ir con un buen guía, pues esto podría significar no sólo la diferencia entre lograrlo y no lograrlo, sino entre la vida y la muerte”. Todos los años, por ejemplo, mueren entre 30 y 35 personas tratando de alcanzar la cima, principalmente al acampar en lugares donde caen piedras, al escalar pese a que hay una nevada o al no bajar al sufrir edema cerebral o edema pulmonar.

¿Cómo se hace?
Lo primero que hay que hacer es contactar, vía Internet, el Hotel Marangu, localizado en el pueblo de Marangu, en Tanzania, para hacer las reservaciones y solicitar los servicios de guías requeridos. El costo de todo el paquete, incluyendo alojamiento, comida y costo de los guías, es de $650 por persona, sin incluir los tiquetes de avión ni un cargo de $200 requerido para utilizar el Parque Nacional Kilimanjaro. La buena noticia es que los guías de este hotel tiene un record excepcional: el 90% de sus clientes llegan al cráter del Kilimanjaro y el 80%, a la cima.

Después de hacer las reservaciones, hay que prepararse con el equipo y los medicamentos necesarios. Cabe señalar que hay múltiples formas de subir el Kilimanjaro, algunas que requieren el uso de sogas, botas especiales y equipo para dormir en el hielo, y otras, lo básico para subir caminando esta enorme elevación. La familia Motta escogió esta última opción, tomando la ruta de Machame, la cual tiene espectaculares vistas. Utilizando esta ruta, el Kilimanjaro se sube en cinco días y medio, y la bajada toma otro día más. La otra ruta existente es la del Marangu, la cual es un día más rápida, pero no permite la aclimatización y no es tan bonita.

Para realizar el viaje a Africa, la mejor manera de llegar al aeropuerto de Kilimanjaro es tomando un vuelo directo desde Amsterdam, en un airbus de KLM. La verdadera aventura comienza luego de que, desde el hotel, subes en un camión inglés de la Segunda Guerra Mundial para, una hora después, llegar a la entrada del Parque Nacional Kilimanjaro.

El primer día: 10 kms. en 6 horas, para subir a 3,000 mts. de altura
¡Qué enredo en el que nos hemos metido!
Eso fue lo que pensó Alexandra la primera noche, luego de una caminata de seis horas seguidas o el equivalente a 10 kms., en las que subieron de 1,800 a 3,000 mts. “En ese momento, metida en mi sleeping bag, en una minitienda de campaña, con dolor de cabeza y sin haberme bañado después de todo un día de camino, pensé: ¿todavía faltan 5 días más de esto? Pero finalmente me pude dormir y al día siguiente me desperté tranquila y lista para seguir”, nos comentó.

Y es que la experiencia es difícil, aun cuando se hayan seguido todas las recomendaciones: tomar un medicamento llamado Diamox, para prevenir el mal de altura; utilizar un inhalador de asma, para reducir las posibilidades de un edema pulmonar; comer ligero, ya que la digestión demora más de lo normal; y llevar la vestimenta adecuada para los cambios climáticos, sobre todo para cuando se va incrementando el frío.

El segundo día: 6 kms. en 8 horas, para subir a 3,900 mts. de altura
¡Casi un ambiente lunar!

Dejando atrás la ecología tropical y el bosque nublado, el segundo día se entra a una ecología semidesértica, con cactus y pequeños arbustos. El ambiente es casi lunar: piedras volcánicas, pedazos de lava y cenizas petrificadas. Este día se caminan 6 kms. durante ocho horas de camino, para llegar a una elevación de casi 4,000 mts., mucho más alto que, por ejemplo, el Volcán Barú, de 3,475 mts.

El tercer día: 10 kms. en 8 horas, para subir a 4,000 mts. de altura
¡Por encima de las nubes!

Es un día para acostumbrarse a la altura y prepararse para poder resistir los últimos dos días, que son los más difíciles. Sólo se escalan 100 mts., pero se caminan nada más y nada menos que 10 kms. u ocho horas para este propósito. Básicamente, se le da la vuelta a la montaña, para ponerse en la posición adecuada para escalar al día siguiente. Ya en este punto, se está por encima de las nubes y las vistas son espectaculares.

El cuarto día: 8 kms. en 8 horas, para subir a 4,600 mts. de altura
¡Estableciendo el campamento final!

Durante este día se escalan 600 mts. en ocho horas, cubriendo una distancia de 8 kms., ya que se tiene que ir bien despacio por la falta de oxígeno. Por supuesto ya no hay vegetación ni animales, excepto algunas arañas. Según nos contó Melissa: “caminamos casi toda la mañana, almorzamos y no llegamos al campamento hasta las 4:00 p.m. Comimos algo y a las 6:00 nos acostamos a “dormir” con todo el equipo ya puesto para la subida final, porque nos iban a despertar a las 11:00 de la noche para empezar a subir. Realmente, a esa altura es difícil respirar e imposible dormir”.

El quinto día: 7 kms. en 7 horas, para subir a 5,895 mts. de altura
¡Llegamos a la cima!

La jornada final se inicia a la medianoche, desde una altura de 4,600 mts. En un silencio total, sólo interrumpido por ráfagas de viento, se empieza a caminar durante seis horas seguidas para cubrir una distancia de 6 kms. y llegar al cráter del volcán, en el que la temperatura es de -25 grados celcius más el viento. La razón de caminar durante la madrugada es que es esencial que toda la piedra y el hielo estén lo suficientemente fuertes para no deslizarse, ya que cualquier esfuerzo extra en el cuerpo podría significar el final del viaje.

Desde el cráter del volcán se escalan los últimos 150 metros de altura o un kilómetro de distancia para finalmente llegar a la cima del Kilimanjaro, Uhuru, el punto más alto del continente. Esto último toma casi una hora. “La subida de 1,300 mts. del último día verdaderamente ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida. Durante los últimos 500 mts., caminábamos 30 pasos y tomábamos 10 segundos de descanso, sistemáticamente, para poder llegar”, nos comentó Jorge. Pero valió la pena. En la cima, a 5,895 mts, más alto que el primer campamento del Everest que está a 5,300 mts de altura, Jorge, Alexandra y Melissa sintieron, además de un cansancio extenuante, la satisfacción de haber logrado una hazaña de tal magnitud que será parte de la historia familiar de muchas generaciones por venir.

Allí se tomaron fotos con la bandera de Panamá, se rieron, gozaron y disfrutaron de vistas que difícilmente se volverán a repetir. Unos minutos bastaron, y los guías les indicaron que era tiempo de regresar, ya que no es permitido permanecer más de media hora en Uhuru debido a la altura, al frío, y a que todavía faltaban siete horas más de camino para poder bajar, casi trotando y esquivando piedras durante todo el trayecto, a un nivel apropiado para dormir, a aproximadamente 3,000 mts. Es increíble, pero el quinto día se caminan entre 14 y 15 horas en total: ¡algo que puede terminar con cualquiera y, sin embargo, ninguno de ellos se enfermó!

Sexto día: la celebración
Luego de seis horas más de descenso, se logra llegar a la entrada del Parque Nacional Kilimanjaro. En el hotel, los espera una fiesta para celebrar la gran hazaña, que cabe mencionar no es lograda por la mayoría de los lugareños.

La alegría se incrementa al reunirse con Leonor en Tanzania, al día siguiente, quien también viajó a Africa para la culminación de esta aventura familiar acompañada por Ira y Anabella Rubinoff, los padres de Andrés, otro joven panameño que, con gran entusiasmo, realizó esta admirable hazaña.

Para la familia Motta fue una experiencia única. Además de rebajar aproximadamente 7 libras cada uno tras caminar un total de 60 kms o 45 horas, “te enseña lo insignificante de nuestras pasiones cotidianas al contemplar la descomunal fuerza de la naturaleza que construyó esta magnífica montaña”, nos dijeron emocionados. “El viaje fue difícil, pero creo que ahora, al hacer memoria, no me acuerdo tanto de las náuseas, el dolor de cabeza y las horas de horas caminando, sino que nos reímos un montón, que todos nos ayudamos y que llegamos a Uhuru bien. En verdad la pasamos increíble”, nos dijo Alexandra. Para Jorge, quien sabía que tenía una gran responsabilidad en sus manos, el viaje valió la pena: “Cuando regresas, sientes que tocaste el cielo”.

 

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