Instrucciones para leer literatura latinoamericana

Gaby Aued |

19 junio, 2005

Llena de sensibilidad, fantasía y realidad, la literatura latinoamericana es reconocida a escala mundial por su calidad literaria y narrativa cautivadora. A los lectores que estén interesados en adentrarse en la maravillosa prosa de nuestra región, les presentamos una guía práctica para la lectura de algunas de las obras más populares de la literatura latinoamericana.

Apenas terminé de leer El Código Da Vinci del estadounidense Dan Brown, o mejor dicho, en cuanto acabé el libro número uno en todas las listas de bestsellers, me apresuré a llamar a la persona que me lo había regalado para exclamarle mi entusiasmo.

Durante la conversación, me pidió que le recomendara un libro. Sospechaba que su petición tenía grandes expectativas. No lo podía defraudar. Debía ser un libro que cautivase su interés por encima de lo que El Código Da Vinci había logrado, lo cual era, sin duda alguna, tarea difícil. En adición, como ferviente lectora de la literatura latinoamericana, sentía la obligación de sugerirle una de las grandes obras de nuestra región. John Grisham y Stephen King, por escribir en inglés, quedaban fuera de consideración. Sin embargo, casi inmediatamente, le contesté, “Cien años de soledad”.

Escrita por el Premio Nobel de 1982, Gabriel García Márquez, Cien años de soledad es la obra más popular de la literatura latinoamericana. Con más de 30 millones de copias vendidas en 37 idiomas, Cien años era una recomendación segura. Además, según una encuesta, la novela del escritor colombiano era la más leída y que mayor influencia había tenido en China en el siglo XX, después de Biografía de A Q, del escritor Lu Xun. Pensé que si Cien Años había logrado posicionarse a la cabeza del gusto de más de 1,300 millones de lectores con una cultura totalmente diferente a la nuestra, era imposible que me equivocara en mi recomendación.

Sin embargo, y para mi gran asombro, fallé. “Lo que sucede es que entre los José Arcadios, los Aurelianos, los José Aurelianos y los Arcadios Josés, no podía avanzar sin tener que regresar a leer quién era quién”, me explicó mi amigo en un esfuerzo por tranquilizarme y hacerme entender cómo era posible que no le hubiese gustado Cien años de soledad.

Esta experiencia me llevó a razonar que las personas que no leen literatura latinoamericana no lo hacen necesariamente porque no les guste leer, sino porque les puede ser difícil entenderla. Lo increíble de nuestra literatura, a diferencia de otras como la europea de mediados del siglo pasado, es que logra establecer un fuerte vínculo con el lector. Lo incorpora a su narrativa como protagonista.

Existen muchos escritores de nuestra región, algunos más elogiados, otros más populares, los cuales han creado narrativas tan fascinantes que es innecesario que los lectores de habla hispana recurran a textos foráneos para entretenerse. Desde las obras de los premiados Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Juan Rulfo, hasta las novelas de escritoras latinoamericanas como Isabel Allende, Laura Esquivel y Angeles Mastretta, nuestros lectores pueden escoger entre un sinfín de temas, experimentos lingüísticos y tramas que reflejan la realidad de nuestros países, pero que sobre todo los entretienen desde la primera palabra hasta el final.

Para empezar a adentrarnos en la fantasía realista de la prosa latinoamericana, Como Agua Para Chocolate, de la mexicana Laura Esquivel, es un buen comienzo. Hasta el principiante que jamás haya leído una novela encontrará similitud en un género literario, si así se le puede definir, que seguramente ha conocido: la receta. Cada capítulo empieza con las instrucciones para cocinar tortas de Navidad, codornices en pétalos de rosas, chorizo norteño y caldo de colita de res, entre otros. Sin darnos cuenta, nos trasladamos de una receta a otra, de un capítulo a otro, hasta quedar condimentados por una historia llena de sensualidad que narra aspectos de la vida familiar en México a principios del siglo XX, y la magia que se desata cuando los personajes prueban cada receta.

Como Agua Para Chocolate fue el libro más vendido en México en 1990, y sin embargo, es catalogado por algunos críticos como literatura light, o poco profunda. Aunque Esquivel no es la única señalada por escribir este tipo de literatura, la escritora responde en una entrevista publicada en 1998 en La Jornada: “Creo que hoy en la literatura hay un juego intelectual que tiene más que ver con el ego y decir: ‘escribo en el Olimpo y estoy alejado de las masas’. Yo no pertenezco al Olimpo, porque lo que escribo lo entiende todo el mundo y me leen. Yo me considero una narradora que trata de recuperar la memoria de la tribu. Si dicen que eso es light y por ello dicen que no vale la pena, ni modo”.

La narrativa de Esquivel, al igual que la de Miguel Angel Asturias, y la de los mencionados García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar, incorpora una técnica muy popular en nuestra literatura, especialmente en la década de 1960. Esta técnica, llamada “realismo mágico”, mezcla elementos reales con sobrenaturales, haciendo que un evento fantástico parezca normal. Este recurso, por ejemplo, se encuentra al presentar eventos como el de un cura que levita al tomar chocolate caliente, y un bebé que nace con cola de puerco.

Si este tipo de técnica le gusta al lector, entonces la siguiente recomendación sería La casa de los espíritus, de Isabel Allende. Por su estilo, y uso de técnicas narrativas, esta saga familiar ambientada entre la turbulencia política de Chile del siglo XX, se parece a Cien años de soledad. La casa de los espíritus apareció 15 años después, y si hay que compararlos, Cien años de soledad es superior al verlo desde un punto de vista literario. Se podría decir que La casa de los espíritus no existiría sin Cien años de soledad. Sin embargo, la novela más popular de Allende es un clásico admirado. Es intensa, fascinante y llena de personajes, especialmente de mujeres, que recordaremos tiempo después de haberla terminado.

La literatura latinoamericana, reconocida globalmente por su narrativa cautivadora y su calidad literaria, tiene como a uno de sus más grandes exponentes a Mario Vargas Llosa. Elogiado desde la publicación de su primera novela, La ciudad y los perros, en 1962, Vargas Llosa ha sido uno de los más grandes contribuyentes a la prosa latinoamericana.

Algunas de sus obras son más complicadas por la experimentación lingüística que el autor peruano realiza al narrar. Por ejemplo, encontré La ciudad y los perros, la historia de los ritos de iniciación de un grupo de estudiantes en un colegio militar, un poco complicada de seguir ya que se divide en capítulos y escenas que ocurren en tiempos distintos, y en los cuales los personajes tienen nombres diferentes.

Para empezar a leer a Vargas Llosa, recomiendo La fiesta del Chivo, publicada en 2000. Está basada en hechos reales ocurridos hacia el final de la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. Respaldada por años de investigación, entrevistas y viajes a ese país, La fiesta del Chivo atrapa la atención del lector desde su inicio. La trama empieza en un automóvil donde disidentes del gobierno dictatorial de Trujillo lo esperan para asesinarlo. Al terminar de leerla, nos quedamos con una imagen insólita de lo que fue y significó el trujillismo para los dominicanos.

Otra obra basada en hechos reales, que también recomiendo, es Noticia de un secuestro, de García Márquez. Es un relato verídico, publicado en 1996, sobre los violentos secuestros de diez personas perpetrados en Colombia por Pablo Escobar. Todos los datos en la novela son reales, y la obra es catalogada como “periodismo literario”.

Como una alternativa a la novela, y para los que prefieren leer cuentos, los relatos de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Horacio Quiroga, son los mejores. Fuentes y Quiroga son más fáciles de entender. Este último, elogiado como el mayor cuentista de la literatura latinoamericana, de origen uruguayo, tuvo una historia plagada de muerte. Su padre, su padrastro, sus dos hermanos, su esposa y un amigo murieron a causa de accidentes y suicidios. Finalmente, el escritor se suicidó, y años después, sus dos hijos también. La fatalidad que siempre lo marcó aparece reflejada en sus cuentos, siendo La gallina degollada y otros cuentos, y Cuentos de amor de locura y de muerte los más conocidos.

Después de escuchar a mi amigo, me quedé pensando cómo ayudarle a leer Cien años de soledad. Para los interesados en someterse a navegar por el inverosímil y maravilloso laberinto de la familia Buendía, el primer instrumento que deben llevar es un árbol genealógico. La edición de Jacques Joset, de la editorial Catedra, trae uno al igual que un análisis de la obra. En el internet, también lo podemos encontrar. Otro instrumento importante para entender la obra es la voluntad del lector para dejarse llevar por la historia, y de acercarse a cualquier texto con una mente abierta.

Al fin de todo, fue el mismo García Márquez quien dijo que los libros no están hechos para ser leídos palabra por palabra. La literatura latinoamericana es original de nuestra región, y por ende, propia. Así mismo nos debemos acercar a su lectura –la experiencia del lector es únicamente suya–. Por lo que si confundes a algún José Arcadio por un Aureliano José, esa será tu lectura y tu maravillosa experiencia personal.

Fotos:
  • Gabriel García Márquez: Grazia Neri / CORBIS.
  • Laura Esquivel: James Leynse / CORBIS
  • Isabel Allende: Penni Gladstone / CORBIS
  • Mario Vargas Llosa: Richard Smith / CORBIS

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