Las Perlas. Joyas naturales en el golfo de Panamá
Al sur de la capital, en pleno golfo de Panamá, las 90 islas y 130 islotes que conforman el Archipiélago de Las Perlas son un valioso tesoro para los panameños y una gran sala de maternidad para aves y mamíferos marinos migratorios.
Mientras numerosas ciudades del mundo ostentan o se disputan el mote de “Perla del Pacífico”, del Caribe, del Mediterráneo, del Adriático y hasta del Danubio, en Panamá tenemos no una, sino más de 250 perlas de distintos tamaños esparcidas sobre un manto azul turquesa a unos 70 kilómetros de la capital.
No se trata de ciudades afrancesadas, cunas de reyes ni capitales imperiales, sino de límpidas joyas de la naturaleza que guardan entre sus tupidos bosques, sus playas de fina arena blanca y sus aguas translúcidas, secretos de miles de años de evolución de aves, mamíferos, peces, anfibios, insectos, plantas y tantas formas diferentes de vida que ni los científicos pueden asegurar que han descubierto todas las maravillas que se esconden en el Archipiélago de Las Perlas.
Las perlas que dieron nombre a este conjunto de islas e islotes prácticamente desaparecieron desde principios del siglo XX, debido a la sobreexplotación de las ostras que las producen. Sin embargo, el Archipiélago aún conserva valiosos atractivos como los más extensos arrecifes coralinos del golfo de Panamá, bosques de manglar, áreas de bosque tropical y, desde luego, sus playas cristalinas.
Hasta hoy, sólo la isla Contadora, a 60 kilómetros de la capital, con 13 playas y una población fluctuante de 500 personas, ha sido el destino turístico más conocido e ícono de Panamá, pero el Archipiélago guarda muchos secretos y depara más sorpresas.
Para empezar, resulta que la mayor de las islas no es Contadora, sino la Isla del Rey, que además es la segunda más grande del país, después de Coiba. Le sigue en tamaño la isla San José, cubierta con 5,000 hectáreas de bosques tropicales y 35 playas, desde donde se puede experimentar el buceo deportivo junto a los descomunales tiburones ballenas, el pez más grande de los siete mares.
Esto no es todo. Para Héctor Guzmán, científico del Smithsonian Tropical Research Institute (STRI), estas islas, que se extienden en un territorio de 20 millas de ancho por 35 millas de largo, representan un tesoro nacional debido a su biodiversidad y a la gran cantidad de especies en peligro de extinción que las tienen como único hábitat.
Nace la vida
Los arrecifes y comunidades coralinas que se han formado en el Archipiélago a lo largo de unos 4,500 años, así como las aguas cálidas y poco profundas, proveen un medio perfecto para una incalculable variedad de peces y mamíferos marinos. Las más impresionantes son, sin duda, las ballenas jorobadas. Cada año, entre los meses de julio y octubre, estos gigantes marinos llegan desde las frías aguas del océano antártico para dar a luz y enseñar a sus descendientes cómo sobrevivir en los mares. Al mes de nacida, la cría, de cinco metros de largo y una tonelada de peso, sigue muy de cerca a su madre, que puede pesar entre 25 y 40 toneladas y medir alrededor de 14 metros.
Para algunos científicos, los machos compiten por las hembras saltando, golpeando el agua con sus colas y sus largas aletas pectorales. Por eso es muy usual ver en los canales que separan las islas su inusitado despliegue de poder.
Mientras las inquietas ballenas celebran sus ritos de forma estrepitosa, en la fina arena de más de 36 playas en todo el Archipiélago, unos seres más discretos y silenciosos, pero igualmente espectaculares, dejan el rastro de su camino a la maternidad.
Cinco especies de tortugas marinas han elegido estas islas para anidar y, aunque a diferencia de las ballenas no se quedan para cuidar de sus crías en los primeros días de nacidas, tanto la llegada de las madres para el desove como la salida de las pequeñas tortugas de la arena y su importante viaje hasta el mar, constituyen una experiencia inolvidable.
Más cerca del cielo
Hacia el final de la temporada lluviosa, las ballenas vuelven a sus hogares en el Antártico y las tortugas se pierden en el inmenso océano pacífico, pero otros animales igualmente asombrosos harán el relevo. Las amplias extensiones de bosque de manglar que aún se conservan en Las Perlas son el sitio ideal para observar a más de 155 especies de aves, 15 de las cuales se encuentran en peligro de extinción. Las aves migratorias, al igual que las ballenas y las tortugas llegan a las islas en su época reproductiva, sólo que en este caso ocurre en la temporada seca.
Rosabel Miró, de la sociedad Audubon de Panamá, considera que algunos de los sitios más recomendables para el avistamiento de aves son las islas Pedro González, San José, Pacheca e Isla del Rey, donde pueden apreciarse especies como la reinita amarilla, el ostrero americano, el hormiguerito pechinegro, el ermitaño carinegro, el pelícano pardo, el piquero patas azules, el piquero marrón, la tijereta y tres especies de garzas que llegan aquí a alimentarse por la gran productividad de las aguas.
Ser un experto en aves, mamíferos marinos o en Botánica no es un requisito para disfrutar todo el colorido y diversidad que ofrece esta agitada metrópoli de ecosistemas y, en todo caso, para aprender un poco sobre todas las maravillas del Archipiélago siempre se puede contratar a uno de los lugareños que recientemente han recibido capacitación en estos temas por organizaciones como Audubon, CEASPA y el STRI.
Aunque los descendientes de quienes hace 500 años trabajaban como buzos improvisados extrayendo perlas vivan hoy de la pesca artesanal, la agricultura a pequeña escala y, en algunos casos, del turismo ecológico, quien haya conocido Las Perlas afirmará que sigue siendo uno de los grandes tesoros que guardan las costas panameñas.
Fotos:
Fundación Albatros Media, organización
dedicada a crear conciencia en la conservación
de la naturaleza y el turismo sostenible.
Foto página 84: Alex Schmid.
Todas las demás: Alejandro Balaguer.
¿Sabía usted qué…?
• Pacheca y Pachequilla, abundantes en aves marinas, muestran en su caprichosa geografía los efectos de la intensa actividad volcánica que experimentó el planeta hace 4 millones de años. • La isla Saboga, de poco menos de tres kilómetros cuadrados, posee el arrecife coralino más grande del Archipiélago de Las Perlas, con un área de 14.3 hectáreas. • Estudios preliminares de los científicos del STRI han revelado que en el Archipiélago existen más de 50 especies de corales y al menos cinco de ellos son suaves, estos últimos descritos como nuevos para el mundo. • En mayo de este año se aprobó la ley que declara el Archipiélago de Las Perlas como zona especial de manejo marino costero. Mediante este documento se busca controlar el desarrollo en las islas para que cumpla con los parámetros de sostenibilidad y conservación de la naturaleza. |
• En diciembre de 2006 se creó la Reserva Hidrológica Isla del Rey, debido a su diversidad y endemismo (especies en peligro de extinción). Con esta iniciativa se delimita la protección de sus recursos hídricos, ecosistemas, hábitats y especies asociadas a 9,822 hectáreas. • El tiburón ballena, el más grande de su especie y visitante frecuente de Las Perlas, es un pez inofensivo que se alimenta de plancton y de pequeños peces por las aguas superficiales de los mares tropicales y subtropicales del mundo. • Los cantos de las ballenas cambian cada año en uno de los ocho versos que los conforman. Además, son distintos en diferentes partes del mundo, como en Hawai, el Atlántico o Australia. |