Lucho Franco. Listo para filmar
Esta entrevista tiene una razón de ser: Lucho Franco, uno de los más reconocidos productores de audiovisuales del medio, piensa mudarse a Taboga apenas despierte el año 2007, acompañado de un equipo de actores, actrices, camarógrafos, maquillistas, técnicos de sonido y de luces. Allí estarán durante 6 ó 7 semanas, robándole a la isla su letargo con los ires y venires propios de una filmación, la de El Suspiro de la Fea, el primer largometraje de Franco.
¿Quién es Luis Alberto Franco Brantley?
Me parece que es un panameño que no encaja dentro del estereotipo. Uno lo mira y se pregunta de dónde salió este tipo alto y esbelto como una gacela, con la pinta de un profesor de Literatura y el trato amable de un seminarista. Él intenta despejar las interrogantes aclarando que viene de un hogar formado por “un intelectual que mantuvo la casa llena de libros, un hombre de clase media marcado por la convicción de que el aporte más importante a su progenie era la educación… Y una mujer mitad gringa que nunca conoció los Estados Unidos”. Pero no acaba de decir quién es ni qué es. Uno se lanza a adivinar: “¿Artista?”.
Él no sabe responder. Hace 30 años, cuando llegó el momento de decidir, se sintió confundido. Soñaba con hacer cine, pero no sabía cómo, ni había con qué. Una puerta se abrió: la Universidad lo invitó a musicalizar unos documentales que estaba haciendo el Grupo de Estudiantes de Cine Universitario, el que, a su vez, había recibido una oferta de parte del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica para entrenar a algunos de sus miembros. “Me fui para Cuba a trabajar como asistente de edición, primero; y de producción, después. Aprendí el oficio en términos prácticos. Me enseñaron de boca a boca”.
De vuelta en Panamá, trabajó unos años en la Universidad haciendo, documentales. Luego, otra puerta se abrió: la industria de la publicidad le dio la bienvenida. “Si te vas a la historia de muchos artistas”, dice Franco a modo de justificación, “notas que han tenido que trabajar en tareas distintas. Es difícil dedicarte únicamente a tu arte. Yo tuve que crear opciones alternas y, mientras lo hacía, el sueño se iba postergando…”.
Un sueño postergado no es lo mismo que un sueño imposible…
“A pesar de todo, siempre he estado detrás de eso, haciendo cosas en esa dirección: documentales, vídeos musicales… Momentos en que mis anhelos cuajaban en modelos más pequeños. Una película de largo metraje es bastante más complicada. Es una gran empresa que tienes que administrar durante un período de tiempo. Nadie monta una
película de ya para ya…”.
El guión de El Suspiro de la Fea, que tardó años en tomar forma, nació un día en que Lucho venía caminando y vacilando con Rubén Blades. Lo había acompañado a donar una prótesis y hacían bromas con respecto al beneficiario: “¿Qué tal si resulta que es un maleante?”. Y Rubén: “Bueno, voy allá y le arranco la pata…”. De pronto: ¡chaz! La imaginación de Lucho transformó la conversación en una escena, luego en argumento, luego en una sátira.
Lucho quiere hacer cine para entretener al público, pero también para obligar a los panameños a mirarse en el espejo y verse la viga en el ojo. “En Panamá, tenemos cosas increíbles, como eso de hablar de la deshonestidad a través de un eufemismo: jugar vivo…”.
Al escucharlo, uno se pregunta si será eso lo que hace a Lucho una persona diferente. “Lucho, ¿tú no eres un juega vivo?”. Él se protege: “Me daría vergüenza plantearme como la reserva moral de la patria. Yo no pienso que soy la reserva moral; yo me meto en la salsa y digo ‘somos así’ y critico desde ese escenario. Eso sí, tengo una postura crítica”.
El Suspiro: avances
La trama de El Suspiro tiene brochazos de realidad, pero sobre todo de ficción. Se sitúa en una isla en la que todos los hombres son lisiados. Una isla cuyo alcalde, un tipo querendón y chanchullero, ejerce un control dictatorial incluso en las cosas nimias de la vida de los isleños. Cada año, el pueblo escoge una reina de carnaval entre las candidatas de calle abajo, calle arriba y la calle del medio. Un año en particular, la hija del alcalde decide representar a la calle del medio…
Hay mucho que hablar al respecto de los estereotipos que aparecerán en esta película. Eso de que los corruptos son simpáticos, por ejemplo. Lucho especula que se debe a “esa cualidad de encantador de serpientes que sirve para hacer reír tanto como para embaucar”. O el porqué a las panameñas les gusta tanto ser reinas, algo que Lucho ve como “una debilidad”. Pero esta discusión es mejor dejarla para cuando la película esté en las salas de cine. Por ahora, lo importante es adelantar que el financiamiento lo dará, en parte, Ibermedia, un organismo de países iberoamericanos que además está dando asesoría. Y que Rubén Blades tendrá un papel protagónico.
El Suspiro representa una primera vez para Lucho, que ha hecho cortos con duraciones de 20 y hasta de 30 minutos; pero no para Panamá: a la mente del productor acuden experiencias ajenas como Ileana la mujer, La Noche… “Tenemos pendiente construir la memoria visual de este país”, dice Lucho, aclarando que no demerita ningún esfuerzo pasado. Tenemos que emular lo que ya está pasando con la literatura, donde se está viendo mayor producción y divulgación. Lo mismo tiene que ocurrir en el cine, con las imágenes nuestras”. Y entonces desvaría: “Una de las cosas que pasaba con el Canal y los que adversaban la ampliación era el miedo a asumir nuestra responsabilidad como hacedores: esperamos que venga un gringo, un japonés o un francés a legitimar nuestras decisiones”.
Se acaba la entrevista y aún no hemos respondido a la pregunta “qué es Franco”. Él juega una última carta. Habla de lo que ha sido: “Músico, compositor, cantante. También productor, realizador, camarógrafo, fotógrafo. Y un lector voraz. Me gusta la literatura y la forma cómo la ficción puede trabajar sobre la realidad. No tengo una formación académica estricta, formal, siempre he adquirido los conocimientos un poco de manera autodidacta. Por eso me es difícil responder. Ahora, si les preguntasa mis amigos, te dirán que ‘Luis es un tipo que escucha a la gente que le habla…’. A mí me gusta escuchar más que hablar, aunque, últimamente, me he visto obligado a hacerlo para vender las cosas que quiero realizar”.
Lo ha hecho bien, a juzgar por la atención que está despertando su proyecto, un interés que puede halagar, pero que tiene la capacidad de asustar, porque se crean muchas expectativas. “No me atemoriza para nada”, descarta Franco. “Si me he demorado tanto es porque he tratado de no ser irresponsable al momento de convocar a la gente. Sólo porque ahora estoy cerca de recursos que pueden hacerlo posible, me he animado a salir a decir que estoy cerca de llevarlo a cabo. Tengo una larga experiencia acumulada. He visto personas que salen a vender la idea de una película pensando, tal vez, que estas cosas son fáciles. En realidad, convocar a la gente a poner su plata en un proyecto que no tiene certezas es un malabarismo, un arte de juega vivo que no habría podido realizar si no tuviera una película que creo puede llevar a la gente a las salas de cine…”.
Es evidente que te incomoda el juega vivo… ¿algo más? “Sí, el desdén del panameño por la intelectualidad”.
Lucho, ¿por qué es bueno tener 50 años? “Por los años acumulados en el oficio”.
¿Por qué sería bueno tener 20 años? “Sería bueno solo si tuviera sentido retrospectivo”.