Parque Nacional Chagres: Edén verde

Alejandro Balaguer |

22 septiembre, 2006

Junto al gran canal que une dos océanos se extiende un mar de bosques.  Un paraíso acuático, único y puro, surcado por ríos que hacen florecer la vida silvestre.  Una suerte de arca de Noé conocida como el Parque Nacional Chagres.

Muy cerca a la capital, a 900 metros de altura, exploramos los bosques prístinos del Cerro Jefe, en lo que fue hace decenas de millones de años un fondo oceánico.  Eran tiempos en que el Caribe y el Pacífico eran sólo uno, antes de que la corteza terrestre fuera elevándose lentamente hasta completar -hace 3 millones de años- el gran evento geológico que formó el istmo panameño uniendo las Américas.

En aquellos tiempos, las tierras actuales de la cuenca del Canal de Panamá se convirtieron en una suerte de puente continental. Hoy, parte de ese corredor natural puede verse en toda su magnitud precisamente desde Cerro Jefe, donde destacan con claridad los bosques maduros, en excelente estado de conservación, que dan vida al Parque Nacional Chagres: nuestro destino.

A través de selvas salvajes, nos adentramos en una de las más fabulosas áreas protegidas del país, ya que alberga una biodiversidad abundante y un recurso hídrico extraordinario.  El Parque Nacional Chagres, con una extensión de 125,491 hectáreas -o el equivalente a 116,195 campos de fútbol-, cubiertas por 84% de bosques, está situado en el corazón mismo del istmo de Panamá, y lleva el nombre de uno de los ríos más valiosos del país, columna vertebral de una red regional de áreas protegidas.

Tal como señalara Rafael Samudio, destacado científico y presidente de la Sociedad Mastozoológica de Panamá: «Los bosques del Chagres siguen siendo pieza fundamental de ese puente biológico centroamericano que une Norteamérica con Sudamérica, propiciando el paso de las especies entre estos dos continentes. Conjuntamente con las otras áreas principales de Panamá que se encuentran en Darién y Bocas del Toro, representan la gran cobertura boscosa que permite no solo el paso o el movimiento de las especies, sino que, a su vez, son un centro de generación de diversidad biológica».

No es en vano que estas especies emblemáticas, muchas de ellas en peligro de extinción, se encuentren a gusto en este ambiente vegetal que les hace de hogar, coto de caza y refugio seguro. Y es que, según la bióloga panameña Indira Candanedo, especialista en el Chagres, en las márgenes de este valioso río florecen tres tipos bien diferentes de ecosistemas: «Uno es el bosque nuboso, que se encuentra en los puntos más altos. Allí hay una variedad muy particular de especies de plantas, en especial las que requieren de mucha humedad para poder crecer. También, por el lado contrario, existen los parches de bosques caducifolios, principalmente en la orilla del lago Alajuela, que son bosques más secos. Y, finalmente, el bosque tropical húmedo, un bosque exuberante, siempre verd»-.

Conectados entre sí, estos tres vecindarios de la madre naturaleza hacen de refugio de los jaguares, pumas, tapires, saínos, puercos de monte, perezosos, águilas harpía, venados corzo, pavas cimba, carpinteros carirrayados y pavas rubias, entre otras especies únicas, endémicas, migratorias y en vías de extinción. Son más de 144 especies de mamíferos, 95 de reptiles y 79 de anfibios que cohabitan con 396 especies de aves, al abrigo de más de 900 especies de plantas, de las cuales 143 son endémicas, es decir, que sólo se encuentran en esa zona.

Toda esta suerte de Arca de Noé tropical hace del Parque Nacional Chagres un destino ideal para el turismo naturalista y de los observadores de aves. Según Audubon-Panamá, en los Estados Unidos esta modalidad eco-turística es practicada por alrededor de 40 millones de aficionados. Un negocio turístico global en auge, de gran crecimiento, que podría traer gran bienestar al país, y convertirse en una oportunidad de trabajo para las comunidades que habitan los alrededores del parque, siempre que se planifique y ordene el recurso para minimizar el impacto por dichas actividades humanas.

Pero, en las entrañas de estos singulares bosques, el milagro de la vida sólo se hace posible gracias a los árboles. Estos permiten la captación de agua al actuar como esponjas que, una vez que llueve, absorben el líquido vital y lo liberan lentamente, permitiendo un flujo constante, hasta en temporada de sequía. Es maravilloso y sorprendente que los colosos, maduros y altísimos árboles puedan aportar agua en cantidades increíbles, devolviendo al medio ambiente más de dos mil vasos de agua diarios. De hecho, este fenómeno hídrico es gracias a una delicada y frágil red, milagrosa y fértil, que ha tejido la inmensa naturaleza que nos rodea.

En el Parque Nacional Chagres encontramos todo tipo de valiosas especies como la tagua, la palma jira, la guágara, el cedro espino, el cuchillito, el amarrillo pepita, el laurel, el María, el espavé, el mayo, la caoba, el níspero, el caimito, el guácimo, el corotú, el carate, la «palma» de sombrero, el pichindé y el árbol de vela, entre otros.

Es evidente que de no existir los árboles, el Chagres seguramente sería un páramo, un desierto exento de agua y, por ende, de vida.  Para comprobarlo seguimos el fluir de las aguas hasta llegar al lago Alajuela, protagonista principal del Parque Nacional Chagres y que representa el 30% de la superficie de la cuenca del Canal de Panamá.

El lago Alajuela es un cristalino espejo acuático de 50 kilómetros cuadrados, principal reservorio hídrico para la operación del Canal. Es alimentado por tres ríos -el Chagres, el Pequení y el Boquerón- que permiten que el lago provea 15 megavatios de hidro-electricidad a la red nacional, abasteciendo a cuatro plantas potabilizadoras -Miraflores, Mount Hope, Chilibre y Sabanitas- dotando de agua potable a las ciudades de Panamá, Colón, y a muchas comunidades vecinas, habitadas por más de la mitad de la población panameña.

Alajuela fue creado por la mano del hombre hace más de 70 años, represando el río Chagres, aguas arriba, hasta completar su proceso de llenado en 1935. El principal objetivo de esta gran obra de ingeniería fue la de asegurar una reserva de agua para prevenir una disminución del nivel en el lago Gatún, otro lago artificial creado en 1920 para permitir la operación segura de las esclusas del Canal.

La creación del lago Alajuela trajo consigo el reverdecimiento de sus márgenes: el bosque seco dio paso a otro bosque mucho más verde, donde los árboles desarrollaron un sistema de anclaje, permitiendo la absorción de nutrientes, la generación de sedimentación y la fertilización de  los suelos aledaños.  Así creció un bosque más maduro.

» Por ello, los bosques que existen en el alto Chagres tienen que ser protegidos dado los servicios ambientales vitales que nos brindan»-observa Oscar Vallarino, funcionario de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP)-.  «Son muy importantes porque producen 40% del agua que utiliza el Canal todos los años y casi 100% del agua potable que consumen las ciudades de Panamá y Colón. Los bosques del Parque Nacional Chagres son vitales para la población y para nuestra economía. Y el Canal desempeña un papel activo para garantizar el uso sostenible de los recursos de su cuenca«, destaca Vallarino.

Hoy, gracias a los árboles, y a los importantes servicios ambientales que nos brindan, el agua fluye continuamente en un ciclo biótico permanente.

Sin el edén verde que forman los ecosistemas del Parque Nacional Chagres, Panamá sería sin dudas otro país. Su economía difícilmente podría estar cimentada en el gran Canal que une dos océanos, a través de la estrecha cintura continental de 80 kilómetros, flanqueada por este universo arbóreo, bendecido, único, frágil.

* Fundación Albatros Media se especializa en la comunicación educativa en pro de la conservación de la naturaleza. www.albatrosmedia.net.

Quizás te puede interesar