Querer es poder

Julieta de Diego de Fábrega |

23 diciembre, 2007

Conocer a Publio es darse cuenta de que la vida es, realmente, lo que uno hace de ella. Él decidió seguir caminando: ejercitó su alma y se apoyó en herramientas tecnológicas que le han permitido independizarse y triunfar. A todas luces, es una persona inmensamente feliz.

A los diecinueve años Publio Arjona dejó de ser un estudiante de Ingeniería Industrial para concentrarse en sobrevivir. Era una noche como otras y Publio regresaba a casa de estudiar para su último examen de estática. Conducía rápido, es cierto, y no traía puesto el cinturón de seguridad. El accidente lo dejó tetrapléjico, en su caso paralizado del cuello para abajo, pero como bien dice él: vivo.

Hoy, a los cuarenta años, Publio es “mayor de edad” en lo que a discapacidad se refiere, y afirma sin titubear que es un hombre feliz. Es el dueño y motor de PI&J Designs, empresa que fundó en 1994 y que se dedica al diseño gráfico, animación y publicidad. Fundación UNE (Unidos en Equidad) es también producto de su voluntad pues está convencido de que a todos nos toca devolver algo de lo mucho que se ha recibido.

Estos logros suenan muy fáciles vistos desde afuera, desde un cuerpo cuyas extremidades funcionan a la perfección, pero comprender lo que significa recibir un diagnóstico que lo coloca a uno en una cama y a merced de un respirador para siempre, requiere que profundicemos un poco más en el alma de este personaje.

Es obvio que a todos nos toca madurar, establecer metas personales y profesionales e idear un plan para cumplirlas. Sin embargo, casi nadie lo hace a los diecinueve años. ¿Cómo se logra? “Creyendo en los milagros y manteniendo los ojos abiertos para ver cuándo ocurren”, opina Publio. Aunque también ayuda el ser inquisitivo, tenaz, inquieto y tener la capacidad de buscar dentro de uno mismo la fuerza necesaria.

Es allí, en ese conglomerado de cualidades y eventos, que encontramos el secreto de la felicidad de Publio. No se conformó con el cuadro que le pintaron los médicos y decidió crear su propio escenario, uno en el que se sintiera como una persona completa. Para lograrlo, se fue estableciendo metas y, hasta el momento, a todas les ha puesto ganchito.

No fue fácil. Tuvo que pasar por el proceso de aceptar que sería discapacitado para el resto de su vida. Tuvo que sobreponerse a la terrible soledad que lo embargó durante los meses que pasó en el Texas Institute of Research and Rehabilitation buscando opciones que mejoraran su calidad de vida, y tuvo que buscar los mecanismos y herramientas para llegar a ser lo que es hoy: un hombre de fe y un profesional exitoso.

Cita el discurso de Steve Jobs, fundador de Apple Computers y Pixar Animations durante la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford en California, en el año 2005, en el que este genio creativo menciona la importancia de ir “uniendo los puntos” (connecting the dots), de la vida, por supuesto; la importancia de mirar hacia atrás y comprender que todo lo que a uno le sucede –bueno o malo– es un punto que contribuye a la formación de la imagen final.

Las metas

Hubo mucho llanto y algunas frustraciones en los primeros meses después del accidente, pero hubo también una familia incondicional que le confirmó que lo apoyaría en todo. En pocos meses, Publio empezó a tomar nuevamente el control de su vida. Encontró en la lectura de vidas de santos la respuesta a muchas preguntas. San Agustín tentó su intelecto, con San Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales empezó a entrenar su alma, pero fue San Francisco de Asís quien iluminó su camino. Con él encontró que el amor es la clave. Como guía espiritual, monseñor Laboa, Nuncio Apostólico en Panamá en aquellos días, representó un papel fundamental. Llámese casualidad o milagro, monseñor Laboa llegó al hospital cuando a Publio lo preparaban para su primera operación en Panamá. Desde ese día entablaron una profunda amistad.

Su primera meta fue librarse del respirador y, en pocos meses de “quitar y poner” en los que aumentaba los tiempos de quitar y disminuía los de poner, logró pasar todo el día libre del aparato. ¿Y las noches? Recuerda que era Semana Santa cuando le dijo a su hermana menor, Michelle, que se iba a acostar sin el respirador y que a ella le tocaría vigilar si continuaba respirando aún dormido. Después de esa noche se sintió un hombre mucho más libre.

La segunda fue ser productivo, independiente económicamente. Experimentó con las computadoras e inventó accesorios que le ayudaban a mover las teclas –en aquellos días un comando requería que se presionaran varias teclas, y Publio sólo contaba con un palito que se ponía en la boca–. “Otra vez uniendo los puntos”, afirma mientras recuerda cuán inútiles le parecían los partidos de ajedrez que jugaba con su terapista en Houston y que, meses después, confirmó que su propósito no era convertirlo en un campeón mundial, sino fortalecer los músculos de su cuello y darle destreza en el uso del famoso palito.

Actualmente, Publio cuenta con avanzadas herramientas que han optimizado su productividad. Sin embargo, cuando empezó a trabajar, la tecnología era más rudimentaria. Se propuso aprender lenguajes de programación y conocer al detalle las entrañas de los aparatos. Simultáneamente, empezó a dibujar –en papel y con el palito en la boca– y confirmó que le gustaba.

La primera oportunidad de hacer trabajos de diseño se la brindó un tío cuya compañía se dedicaba a la creación de artes, afiches y letreros. Aunque la empresa utilizaba la metodología de la época –fotomecánica– Publio hizo sus primeros diseños en la computadora, la cual manejaba presionando las teclas con el palito que sostenía en la boca y un rudimentario programa de diseño gráfico. Su tío “era muy exigente, pero ahora comprendo que me estaba entrenando”.

Aunque la decisión de independizarse era arriesgada, Publio sabía internamente que era la única forma de ser profesionalmente autosuficiente. Así nace PI&J Design, donde tiene cuatro personas trabajando para él, entre ellas dos diseñadores gráficos. Inicialmente, optó por no informar a los clientes de su discapacidad para no crear barreras, pero poco a poco fue superando esa aprehensión, gracias, principalmente, a un grupo de clientes satisfechos que apreciaban la excelencia de su trabajo.

A medida que el negocio crecía y su afán de ser más productivo aumentaba, Publio empezó a comprar herramientas para trabajar más eficientemente. La adquisición de un prototipo de mouse –Headmaster Plus– que se coloca con una vincha en la cabeza y que se activa cuando él sopla, le ayudó a reducir el tiempo de crear un diseño de tres horas a treinta minutos. Este mouse puede, incluso, conectarse a la silla de ruedas, lo que le permite trabajar a distancia. Era tan moderno y eficaz que diez años después lo sigue usando.

Tiene también un teclado en la pantalla de su computadora (onscreen keyboard) el cual acciona sin tener que soplar. Así, puede hacer varias cosas a la vez, como hablar por teléfono mientras trabaja en la computadora. Con la tecnología de Voice Over Internet Protocol (VoIP) Publio habla por teléfono a través de la computadora, que es mucho más sencillo que hacerlo a través del micrófono de un teléfono convencional.

Publio conoce sus computadoras a la perfección y se ocupa tanto del mantenimiento como de las reparaciones de éstas. “Yo mismo las desarmo, les doy mantenimiento y les hago adaptaciones necesarias”. Comenta también que desarmar cosas es una afición que tiene desde niño. El proceso lo hace guiando a su asistente en cada paso. Es un jefe exigente porque de la calidad de sus trabajos depende la continuidad de su empresa. Meta número dos, cumplida.

En el año 2005, Publio ganó el premio de la Cámara Junior Internacional como Joven Sobresaliente en la categoría de logro y superación personal; viajó a Viena a recibirlo y esa experiencia lo motivó a darle cuerpo a la Fundación UNE, que es hoy una realidad y a través de la cual pretende montar un laboratorio de computadoras utilizando lo último en Tecnología Asistida para ayudar a personas discapacitadas a tener una vida profesional y emocionalmente completa. Su vida profesional estaba organizada, su espíritu fortalecido, había llegado la hora de dar. Meta número tres, en proceso de convertirse en realidad.

Aprovechando que la Ciudad del Saber pretende convertirse en una vitrina de tecnología, Publio está en conversaciones con sus directivos para montar allí su laboratorio, en el que se entrenarán a voluntarios que luego serán los facilitadores para educar en el uso de la tecnología a personas con discapacidades motrices y sensoriales, a fin de romper las barreras de integración social.

En retrospectiva, Publio puede confirmar que ha unido muchos puntos en su vida. No lo habría logrado sin la ayuda de Dios, de eso está seguro. Como también está seguro de que una persona “no vale por su discapacidad, sino por su capacidad de hacer las cosas”.

Fotos : Tito Herrera

 

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