Quito: un inigualable viaje al pasado colonial
Enclavada en un paisaje de ensueño, la capital ecuatoriana ofrece un escenario histórico de primera, con tesoros culturales y religiosos de primera.
Quito es una mezcla de impresionantes paisajes cuyas cumbres volcánicas contrastan exquisitamente con antiguas edificaciones y un cielo de postal. Es una porción de español por dos porciones de indio americano; una masa con sabor a maíz y a papas; un laberinto de esplendor colonial que se yergue a lo largo de un espectacular valle andino situado a 2,800 metros sobre el nivel del mar.
Capital de la República de Ecuador, Quito hospeda a cerca de dos millones de almas que disfrutan de un sol tropical matizado por la brisa fresca de las montañas. Es una visión impregnada de verdes, exaltada por el contraste de una vida cosmopolita y el humilde andar de quienes ansiosos esperan satisfacer a los turistas con coloridos tapetes y variadas artesanías. En medio de las laderas, sembradas o pobladas, una explanada de casas y edificios bajos albergan a los herederos de un pasado de riquezas y glorias, gente descendiente de conquistadores, colonizadores y, aunque no lo crea, hasta frailes.
Pero lo que realmente diferencia a Quito de las demás capitales sudamericanas es su inigualable riqueza colonial, que nos asombra y vuelve testigos, una y otra vez, del pasado histórico y la marcada influencia que los conquistadores tuvieron en nuestros pueblos. No en vano fue declarada por la UNESCO la primera capital del mundo como Patrimonio Cultural de la Humanidad, hace exactamente treinta años.
La ciudad antigua de Quito, fundada en 1534 por los españoles, es el espacio colonial más grande, intacto y mejor cuidado de América Latina, con una extensión de más de 320 hectáreas repletas de decenas y decenas de iglesias, capillas, conventos, monasterios, plazas, patios y museos. Esta reliquia arquitectónica, histórica y religiosa es un cofre de tesoros culturales para cualquier visitante, cuyo recorrido por los principales puntos de interés le convencerán de la importancia mundial que tiene Quito como uno de los mayores centros de producción de arte religioso del Nuevo Mundo, a manos de reconocidos artistas que formaron lo que se llamó la Escuela Quiteña.
Hay tantas y tantas opciones, todas bellas, todas ricas, todas inolvidables. He aquí algunas de las que deben formar parte de su recorrido al visitar el Casco Antiguo, Centro Histórico o, simplemente, Quito colonial.
La Plaza Grande o de la Independencia alberga en su corazón al Monumento a la Independencia, de estilo neoclásico, y a cuatro pilares de la sociedad ecuatoriana: la Catedral, el Palacio Presidencial, el Palacio Municipal y el Palacio del Arzobispo. Aparte de brindar un vistazo a la vida de los quiteños que allí se reúnen –un toque autóctono a la experiencia cultural de cualquier viajero–, es un buen punto de partida para adentrarse en un mundo donde lo inverosímil es real. Una visita a la Catedral, templo de tres naves que se erige como uno de los símbolos religiosos de mayor valor espiritual para los quiteños, es de rigor. Allí se encuentran sepultadas algunas de las personalidades políticas más relevantes de este país andino.
Muy cerca de la Plaza Grande se encuentra otro punto obligatorio: la Iglesia de la Compañía de Jesús, el templo barroco más importante de Quito y un edificio que, por sí solo, hace valer la visita a esta ciudad. El esplendor que derrocha el interior de esta iglesia la convierte en el edificio colonial y religioso de mayor envergadura dentro del área. Sus columnas salomónicas, los distintos símbolos tallados en piedra volcánica, las influencias moriscas visibles en la ornamentación del techo y, sobre todo, un espectáculo de pan de oro, de siete toneladas, cubren rigurosamente el interior, produciendo gran admiración entre los visitantes.
Siguiendo con la caminata, avanzamos hacia la Plaza de San Francisco y su mítica iglesia, la más vieja de Quito. La Iglesia de San Francisco es un templo verdaderamente imponente, con una fachada simétrica, paredes blancas en las que sobresalen dos campanarios gemelos y un hermoso portón tallado en piedra. Es una iglesia en la que la presencia del humilde mestizo, los tablones de madera rústica y la música de un legendario órgano crean un ambiente de espiritual tibieza.
Durante su paseo por el Centro Histórico el visitante será testigo, también, de cómo el dominio árabe sobre los españoles, por varios siglos, produjo una sorprendente influencia mudéjar en muchas de las iglesias quiteñas. Este es el caso de la Iglesia de Santo Domingo, cuyo techo elaborado sobresale debido a la antigüedad y calidad del trabajo realizado. Un impresionante altar de estilo gótico domina el interior de esta hermosa iglesia y nos deja atónitos ante tan único espectáculo.
No muy lejos de allí podrá visitar la Iglesia de La Merced, localizada a dos manzanas de la Plaza Grande, la cual posee el campanario más alto de la zona y la campana más grande de la ciudad. Además, alberga una interesante colección de arte con impresionantes pinturas.
Una visita a Quito colonial no estaría completa sin apreciar la estructura y el estilo de su Basílica, una de las obras más importantes de la arquitectura neogótica ecuatoriana. Con una nave central de 140 metros de largo, 35 de ancho y 30 de alto, la Basílica es comparada con dos de las grandes catedrales de todo el mundo: la Basílica de San Patricio, en Nueva York, y la Catedral de Notre Dame, en París.
Hay tanto más que ver: las iglesias de San Agustín, San Roque, La Concepción, así como el Museo de Arte Colonial, el del Banco Central y el de Guayasamín, que opciones no le faltarán al visitar este territorio sudamericano. Pero lo más maravilloso es que un paseo por Quito colonial le transportará en el tiempo y le permitirá ser testigo, en un solo lugar, de la increíble capacidad humana para crear tesoros históricos de incalculable valor y comprobar cómo los quiteños han sido capaces de mantener estas obras para la posteridad de la humanidad.