Una visita sorpresiva: la inflación

Carlos Araúz García |

18 marzo, 2022

El momento actual nos lleva a querer entender el porqué del incremento en los precios de aquello que necesitamos o deseamos y qué hacer para lidiar mejor con esta situación.

“¿Quince balboas hasta Río Mar?”, grité en tono descontrolado y hasta ofendido, a pesar de tener pleno conocimiento de la ubicación del precio del barril de petróleo al norte de los 120 dólares y saber que es inminente una subida de tasas de interés por parte de la Reserva Federal estadounidense.

Pero estaba deshidratado, a 20 minutos de mi destino y sin otra opción.  Las alternativas se limitaban a pagar la tarifa del señor Danny (el taxista), esperar la siguiente “chiva” o caminar 23 kilómetros bajo el implacable sol del marzo criollo.  Con la resequedad en la boca que apenas me dejaba hablar vociferé mirándolo fijamente a los ojos: “Dejémoslo en 10 balboas… ¿Le parece?”. Mi propuesta final fue aceptada sin mayores objeciones. Lo que siguió fue una conversación sobre macroeconomía, demanda agregada, política nacional sobre hidrocarburos y hasta cómo la invasión de Ucrania podría afectar el costo de la vida. Curiosamente, la palabra que nunca surgió fue la más obvia y quizás la que mejor describe el momento que vivimos: inflación.

La inflación es la pérdida del poder adquisitivo en el tiempo. 

En el primer trimestre de 2022, ninguna palabra ha recibido más requerimientos de búsqueda en Google o plataformas digitales como TikTok que la famosa inflación. Y es que no es para menos, como dolorosamente compartió el señor Danny: “Todo está más caro y no me alcanza ni para el diésel”. La definición técnica de inflación es aburrida, por lo que prefiero ajustar un poco el concepto a la realidad cotidiana. La inflación es la pérdida del poder adquisitivo en el tiempo. El dólar que utilizamos para adquirir ciertos bienes o servicios hoy ya no alcanza para comprarlos mañana y así sufrimos la estrechez monetaria como resultado del cambio porcentual promedio de precios en productos y servicios.

La inflación nos sorprende disparando los precios de productos que consumimos a diario.

La dinámica de la economía panameña es muy particular al no existir un banco central que imprima papel moneda ni tampoco una política monetaria que regule la cantidad de dinero disponible. De hecho, la palabra inflación no había sido parte del vocablo diario desde el año 2014 porque la fluctuación promedio en precios había sido prácticamente cero. La métrica que suele utilizarse para medir fluctuaciones inflacionarias es el índice de precios al consumidor (IPC), que es publicado mensualmente por el Instituto Nacional de Estadística y Censos adscrito a la Contraloría General de la República. Esta medida apuntó hacia un crecimiento interanual de 2.6% en el promedio de precios a diciembre de 2021. Y la pregunta lógica es: ¿por qué ahora?

La pandemia de la Covid-19 creó una de las situaciones más complejas en lo que concierne al flujo de materias primas y productos terminados en reciente memoria, originando una crisis mundial en las cadenas de suministros que inevitablemente llevaron a retrasos en el orden de distribución, falta de inventarios, colapsos de movimientos de contenedores en puertos y hasta anaqueles vacíos en supermercados. Este colapso provocó que mucho dinero persiguiera insuficientes productos y servicios y, por ende, los precios se dispararon de manera generalizada. En algunas partes del mundo, como Estados Unidos de América y Europa, el calentamiento de la economía (otra frase asociada con la inflación) se agravó por los enormes estímulos monetarios que se implementaron para confrontar el lógico aumento en desempleo por confinamientos y cierres de empresas. El deseo por gastar y la disponibilidad de dinero ha generado un comportamiento que a veces parece irracional al pagarse altísimos “premiums” por productos como donuts y llantas de repuesto para carros.

La pandemia de la Covid-19 creó una de las situaciones más complejas en lo que concierne al flujo de materias primas y productos terminados en reciente memoria, originando una crisis mundial en las cadenas de suministros… y, por ende, los precios se dispararon de manera generalizada.

Con la implementación de un eficiente proceso de vacunación contra la Covid-19, la recuperación económica sin confinamientos o restricciones ha permitido que personas que no vieron sus flujos familiares afectados puedan gastar, llevando también a algunos proveedores de servicios y productos a ajustar precios al alza para cubrir gastos operativos más altos o para recuperarse de los malos tiempos recientemente vividos. En un momento, la Reserva Federal de los Estados Unidos de América vinculó la palabra “transitoria” al calentamiento de precios que experimentamos, pero dicha palabra ya ha sido eliminada por lo que otras acciones más enérgicas están por ser implementadas para ajustar los precios hacia abajo a como dé lugar.

Llevar un presupuesto familiar y revisarlo acorde a la inflación es una buena práctica para la salud financiera.

Entre las acciones que se contemplan, tanto en Estados Unidos como en Europa y Latinoamérica, están las subidas de tasas de interés para procurar algún tipo de control en la cantidad de dinero disponible. Lamentablemente, la inflación con la cual tendremos que vivir al menos el resto del año 2022 tiene un componente que golpea a los más vulnerables, incluyendo a la clase media que depende de ingresos recurrentes como salarios que no se ven ajustados al alza para compensar por el incremento en precios. Al ser un país importador por naturaleza, rubros altamente sensibles como el transporte, el costo de alimentos, el costo de energía y el costo de vivienda, ya sea a través del pago de alquileres o la mensualidad en un préstamo hipotecario, sufrirán ajustes que afectarán el presupuesto familiar y cualquier planificación de empresarial.

¿Qué alternativas tenemos para capear el temporal inflacionario? Algunos analistas, contrario a las tradicionales escuelas de pensamiento de libre mercado, se han atrevido a proponer controles de precios temporales a rubros que alivien en el corto plazo el maltratado poder adquisitivo. Históricamente, esta alternativa no ha sido efectiva porque termina convirtiéndose en una medida cuasi populista que crea distorsiones reduciendo la libre competencia que, a la postre, es lo que beneficia al consumidor. Como alternativas más prácticas sugerimos:

  1. Prestar atención a las deudas: es un momento que llama a la cautela en el consumo y en la contratación de deuda adicional que pueda encarecerse y, por ende, afectar el presupuesto destinado para el repago de obligaciones financieras. Es importante ceñirse a un presupuesto y, de ser posible, planificar de manera conservadora.
  2. Considerar productos financieros que rindan retornos por encima del nivel de la inflación como fondos o familias de fondos e, incluso, aumentar aportes a los fondos privados de jubilación que por estrategia de largo plazo pueden ganarle a la inflación.
  3. Evaluar las compras en esquemas no tradicionales, pero que acarreen mejores precios, ya sea por la compra de mayores cantidades de un producto en particular (mayoreo) o a través de la compra directa a un productor, sin intermediarios, como la de los mercados de abastos en el rubro de alimentos, por ejemplo.
  4. Ahorrar en el costo del transporte requiere disciplina e implica planear hasta cómo hacemos diligencias. Planificar para dejar el carro estacionado y así economizar en el uso de gasolina o diésel es una alcanzable meta para lograr ahorros.

Al bajarme del taxi en Río Mar noté que el desenlace de la conversación había dejado intranquilo al señor Danny. Le pregunté si todo estaba bien y, con semblante preocupado, me comentó: “¿Eso de los precios altos va por lo largo?”.

Previo a la escalada del conflicto bélico en Ucrania, se anticipaban acciones que permitieran alterar la tendencia alcista en precios y que nos acercáramos hacia una inflación más razonable que rondara el 2% para el año 2023. Ahora, la incertidumbre en los precios de alimentos y de la energía, en general, arrojan variables inesperadas a cualquier análisis; mientras que las subidas de tasas de interés deben hacerse con cautela para no generar contracciones económicas en un ambiente de precios altos y alto desempleo, lo que conocemos como la temible estanflación.

Son tiempos de sorpresivas visitas que obligan a inesperadas acciones para solventar el acertijo de lo incierto que resulta vivir en tiempos inflacionarios. “Esto también pasará, señor Danny, esto también pasará”.

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