Villa de Leyva: Entre valles y leyendas doradas
Considerado como uno de los pueblos coloniales más bellos de Colombia, Villa de Leyva es el destino ideal para sumergirse en la historia de América Latina y en el encanto de sus paisajes andinos.
A tan solo dos horas y media de Bogotá se encuentra un oasis de paz, una burbuja donde es posible escapar del agitado ritmo urbano para viajar en el tiempo y explorar esos rincones perdidos del continente. Nos referimos a Villa de Leyva, ciudad muy visitada por quienes, gracias al refuerzo en seguridad que ha habido en Colombia durante los últimos diez años, se han decidido adentrar en maravillosos destinos que ofrece nuestro país vecino.
Este maravilloso pueblo colonial se encuentra enclavado en la cadena montañosa de los Andes.
UN MAGNÍFICO RECORRIDO
El acceso a Villa de Leyva es muy sencillo desde Bogotá. Después de la autopista norte, los campos multicolores y el baile de los hombres que labran la tierra fértil de la sabana marcan el buen camino. Poblaciones como Chía, Cajicá y Tocancipá son los primeros puntos que ofrece el altiplano, en medio de la tranquilidad de la vida rural.
Aunque existe un servicio de buses desde Bogotá, la ventaja de viajar en automóvil es poder detenerse en los innumerables puntos turísticos a lo largo del camino. En el municipio de Zipaquirá, la impresionante Catedral de Sal, una de las maravillas del mundo moderno, merece un pequeño desvío. Siguiendo el itinerario, en Chiquinquirá el visitante podrá apreciar uno de los tesoros más preciados de Colombia: la Virgen de Chiquinquirá, un hermoso lienzo de Nuestra Señora del Rosario, con más de 400 años de historia y venerado diariamente por cientos de peregrinos, al cual el papa Juan Pablo II le dedicó una visita en 1986. En la misma ruta, el colorido pueblo de Ráquira hace despliegue del mejor artesanado de la región. Aquí se encuentran las más bellas piezas de cerámica y de barro negro, realizadas con la misma técnica desde antes de la llegada de los españoles.
Bajo las arcadas, en la Plaza Mayor, los atardeceres en Villa de Leyva son un espectáculo cotidiano.
VILLA DE LEYVA, UN VIAJE AL PASADO
A 2,143 metros sobre el nivel del mar se dibuja la silueta generosa de los Andes. Villa de Leyva hace parte del departamento de Boyacá, conocido escenario de las gestas revolucionarias que le otorgarían más tarde la emancipación a los países del sur de América. La bienvenida de hombres y mujeres que van y vienen, forrados en sus ruanas y sus sombreros típicos, y que con un gesto cortés reverencian al visitante, es inolvidable. La Plaza Mayor se abre, con sus arcadas, como ventanas que remontan el tiempo. En sus calles adoquinadas, las casonas blancas de los primeros pobladores españoles destacan con sus balcones pintados de verde y flores de vivos colores.
Durante la colonia, Villa de Leyva fue lugar de descanso de presidentes y virreyes, así como un importante centro de producción de aceite de oliva y trigo. La ciudad fue también sede religiosa, que todavía hoy mantiene en pie varios de sus monumentos, como la Iglesia del Carmen o el Monasterio del Santo Eccehommo, donde las monjas dominicas proponen albergue. En gran medida, las políticas patrimoniales que otorgaron a la ciudad el estatus de Patrimonio Nacional, en 1954, han contribuido a la conservación de una autenticidad que hoy es símbolo fuerte para atraer el turismo. La mejor manera de recorrer el casco urbano es a pie.
VILLA DE LEYVA FUE LUGAR DE DESCANSO DE PRESIDENTES Y VIRREYES, ASí COMO UN IMPORTANTE CENTRO DE PRODUCCIóN DE ACEITE DE OLIVA Y TRIGO.
A unos metros de la plaza, subiendo hacia la Hospedería Duruelo, la Real Fábrica de Licores fue una de las primeras fábricas de licores del país y una de las pocas construcciones de estilo barroco popular. Sobre la calle Caliente, inmensos casones y patios restaurados conforman la diversa oferta de hoteles y restaurantes gastronómicos. Además de las coquetas galerías que exhiben los trabajos de artistas locales, o la pastelería que vende los famosos ’besitos de novia‘, la Casa de Nariño, o la casa del polémico escritor Vargas Vila, son algunas de las paradas recomendadas en este recorrido.
La plaza es el epicentro de la vida del pueblo, y en distintas épocas del año alberga las celebraciones más importantes.
Al atardecer, algunos encuentran refugio bajo las arcadas, para tomar un canelazo, o una cerveza ’al clima‘; otros encuentran en la gran plaza un palco desde donde contemplar el firmamento. Los colores se degradan para acariciar la inmensidad, mientras los turistas se mezclan con los locales y las risas hacen eco. La plaza es el epicentro de la vida del pueblo, y en distintas épocas del año alberga las celebraciones más importantes. En agosto, el Festival del Viento y de las Cometas convierte el cielo en una constelación multicolor, que danza de día y de noche. En diciembre, el Festival de las Luces prepara el espíritu navideño, y el Festival Astronómico, en marzo, transforma el zócalo en observatorio del Cosmos.
Pero la esencia del pueblo se concentra en el mercado, todos los sábados, donde en una explosión de color, familias enteras se desplazan desde los pueblos vecinos para vender sus productos. Frutos de todas las formas y colores se mezclan con los rostros amables del boyacense; todo el exotismo de la tierra se despliega sobre los tablones rústicos de madera. El mercado es también el lugar ideal para degustar las preparaciones auténticas, como las arepas boyacenses (de maíz y queso), la mazamorra chiquita (una especie de sopa de maíz, con carnes picadas, habas, arvejas), y el cuchuco, otra sopa a base de trigo partido y carne de cerdo.
Villa de Leyva cuenta con el mayor número de restaurantes por habitantes en todo Colombia. Los variados menús gastronómicos ofrecen desde cocina francesa hasta comida vegetariana.
HERENCIA MUISCA
La cordillera está siempre presente, y en el aire, una cierta magia se siente con cada respiro. En la época precolombina la región era conocida como el valle de Zaquencipá, asentamiento de la civilización muisca, la más importante en la parte norte de Suramérica. Diversos mitos y leyendas aparecen con ellos, como la leyenda de la diosa Bachué, una hermosa mujer que da origen a la humanidad en la laguna de Iguaque, lugar ceremonial que todavía hoy puede visitarse. Los muiscas también inspiraron la leyenda del Dorado, con la que tantos, desesperadamente, buscaron en vano esa mítica ciudad toda forrada de oro. Los cronistas españoles escribieron llenos de admiración, frente a esta civilización de ’reyes y nobles, llena de riquezas de oro y esmeralda, y de sus plazas fortificadas, con palizadas comparables a alcázares‘. A ocho kilómetros del centro, puede visitarse El Infiernito, observatorio solar muisca, de más de 4,000 años.
La balsa muisca es la pieza más representativa de la cultura que ocupó el valle de Zaquencipá durante épocas precolombinas. La pieza hace alusión a la ceremonia de la leyenda de El Dorado, y es visible entre las colecciones del Museo del Oro de Bogotá.
UN POCO MÁS QUE ECOTURISMO
Villa de Leyva propone cantidad de actividades. La visita al Museo Arqueológico El Fósil, a tres kilómetros del centro, nos enseña que hace millones de años esta misma región era mar. En el museo se contempla la prueba de ello: el fósil de un kronosaurus de 110 millones de años. Con ocho metros de longitud es el ejemplar más completo del mundo de este reptil marino.
Para los amantes de la naturaleza, Villa de Leyva y sus alrededores ofrecen diversidad de ecosistemas: desde selva andina, selva de niebla y páramo, hasta desierto. El Santuario de Fauna y Flora de Iguaque, uno de los cincuenta parques nacionales de Colombia, ofrece hermosos senderos, ideales para la observación de aves. El Nevado del Cocuy, en el mismo departamento, es un extraordinario lugar para la escalada. Ahí se encuentra el Ritacuba Blanco, a 5,330 metros, el pico más alto de la cordillera oriental de los Andes colombianos.
Villa de Leyva es probablemente el destino ideal para aquellos que necesitan una pausa ante el frenético ritmo en el que se desarrolla la vida metropolitana. En este extraordinario rincón de Colombia es todavía posible perder el aliento frente a la belleza del paisaje andino, y traspasar la barrera del tiempo, para remontarse en la historia, y con ella, recordar de dónde venimos.
DATOS PARA EL VIAJE
· ¿Por cuánto tiempo ir? Se recomienda, como mínimo, cuatro días para conocer la región. · ¿Cómo llegar? Desde Bogotá existen varios trayectos en automóvil. El más interesante es por la vía a Chiquinquirá (más o menos 180 km). Un servicio de buses es otra opción disponible desde la terminal de transporte. · ¿Dónde alojarse? El Hotel Posada de San Antonio, cerca de la Plaza Mayor, ofrece una cálida atmósfera. Sin embargo, la oferta de hoteles, hostales y casas de campo es variada. · ¿Dónde comer? En el restaurante Ricotta, la tradicional gaddina alla creta (una gallina de cocción lenta dentro de un molde de barro que se prepara por encargo) o en el restaurante Mercado Municipal, el cordero que se cocina en un ’hueco‘ bajo tierra. En Casa Quintero, la sobrebarriga chorreada de queso paipa (que únicamente se produce en la región de Boyacá) y envuelto de mazorca. Para los amantes del dulce, La Galleta es la pastelería y panadería por excelencia. Fotos: |