Cuando las buenas intenciones sí cuentan
“Me opongo firmemente al antiguo sistema de limosnas, que solo hace que aumente la cantidad de mendigos, y considero que el mayor desafío de la filantropía es hacer personas capaces de trabajar, de individuos que de otro modo se volverían indigentes, y de este modo crear miembros útiles para la sociedad”.
Barón Maurice de Hirsch
(Filántropo alemán que luchó por la inmigración organizada de los judíos en Rusia, 1891)
¿Qué tienen en común John Rockefeller, Benjamín Franklin, Andrew Carnegie, Bill y Melinda Gates y Joan Kroc? Todos, además de pertenecer a familias norteamericanas pudientes, son conocidos como mecenas y filántropos que han aportado soluciones para un gran número de personas y se han dedicado a obras comunitarias que realmente han cambiado las vidas de muchos y el rumbo de las naciones.
¿Por qué analizar lo que estos individuos, como muchos otros alrededor del mundo, han logrado alcanzar al decidir poner sus millonarios recursos al servicio de los demás? Primero, porque es reconfortante y muy motivador saber que esa necesidad humana de aportar para el bien común es un factor que se repite a través de diversas generaciones. Segundo, porque nos enseña que, generalmente, este compromiso con el mejoramiento integral de la nación es una tradición que se debe forjar y fortalecer, como cualquier otro rasgo cultural arraigado en un pueblo. Y, tercero, porque es una realidad que, a menos que un país sea sumamente próspero y tenga todos los recursos, el mismo no estará en capacidad de llevar a cabo proyectos extraordinarios que tengan un impacto fuera de lo común en los individuos de esa nación. Los Estados fiscalizan y administran, haciendo el mejor uso de los recursos disponibles, pero los proyectos magnos de educación, ecología, cultura y tecnología, con repercusiones incalculables para los ciudadanos, son en su mayoría patrocinados por fondos privados.
Una tradición filantrópica digna de ser imitada
La cultura de la filantropía realmente hace una diferencia en el progreso de una nación. En el caso de Estados Unidos, por ejemplo, la mayoría de las universidades, museos, parques nacionales y avances tecnológicos al servicio del ciudadano común deben su existencia y permanencia al aporte generoso de un número de individuos. Y lo más interesante es que esta cultura se ha propagado y hoy día un gran número de personas, en la medida de sus posibilidades, aporta a importantes causas.
Si estudiamos la historia de los Estados Unidos y su tradición filantrópica, veremos que son varios los personajes que forjaron el crecimiento de esta gran nación, dejando valiosos aportes a la humanidad, cada uno en su momento. Hay que recordar que el hecho de poseer riquezas ha permitido a éstos y muchos otros individuos alrededor del mundo contribuir con significativas sumas, sin que esto represente un deterioro en su situación personal. Tener mucho y dar mucho ha sido la regla, y sus buenas intenciones realmente han cambiado muchas vidas.
John Rockefeller
Es uno de los más conocidos por sus aportaciones. Millonario desde mediados del siglo XIX, todas sus actividades desde 1890 hasta su muerte tuvieron índole filantrópica. En 1912, su fortuna estaba estimada en 900 millones de dólares. En 1903, fundó la Junta de Educación General (General Education Board), encargada de establecer escuelas secundarias en el sur del país, precisamente para colaborar en las áreas de mejoramiento de la educación y adiestramiento de maestros. En 1919, donó 50 millones de dólares para aumentar los salarios de los maestros, que en ese tiempo eran ya muy bajos. En 1913, la Junta de Educación General se convierte en la Fundación Rockefeller, anticipándose a lo que él pensaba que podría ser la solución más sabia para el problema de la pobreza en el mundo. Actualmente, la Fundación financia programas, provee fondos, apoya la investigación, otorga becas internacionales de doctorado y postdoctorado, y lucha por el mejoramiento de la calidad de vida en el mundo en desarrollo.
Rockefeller también es responsable de la Universidad de Chicago, habiendo aportado 75 millones de dólares en 1932. Involucrado también con la investigación médica, el Instituto Rockefeller (ahora la Universidad Rockefeller) tuvo aportaciones de este mecenas por más de 50 millones de dólares en los años 30. Finalmente, los parques nacionales de los Estados Unidos también recibieron grandes donaciones de parte de este filántropo. Las contribuciones de John Rockefeller para ampliar el sistema de parques fueron extraordinarias: él donó más de tres millones en el Parque de Arcadia, más de dos millones para ampliar el Grand Teton National Park, más de cinco millones para el Parque Nacional Great Smoky Mountains y más de un millón para expandir el Yosemite.
Benjamín Franklin
Pionero en hacer aportes para mejorar su comunidad y brindar oportunidades a fin de que las personas pudieran ayudarse a sí mismas, fundó la Biblioteca Pública de Filadelfia, la Universidad de Pensilvania y el Hospital de Pensilvania, entre otras importantes obras.
Andrew Carnegie
Es uno de los personajes de la filantropía moderna. Para este millonario, la filantropía era una herramienta para mejorar la civilización y establecer reformas radicales. Como Benjamín Franklin, Carnegie veía esta actividad como escaleras a través de las cuales el individuo pudiera ascender. Que un individuo pudiera ayudarse a sí mismo se tornó, entonces, en el principal objetivo de la filantropía para él. Como su pasión era la lectura, gran parte de sus donaciones fueron destinadas a la educación y la lectura. Cuando era joven, Carnegie vivía cerca de un millonario estadounidense cuya biblioteca particular le prestaba totalmente gratis a jóvenes que, como él, trabajasen. Carnegie nunca olvidó este gran gesto y donó dinero para la construcción de más de dos mil bibliotecas en diferentes pueblos y ciudades de los Estados Unidos. También donó 125 millones de dólares a la Carnegie Corporation para ayudar a universidades y escuelas. Otra de sus preocupaciones era la paz en el mundo. Fundó el Carnegie Endowment for Internacional Peace y el edificio de la Paz en La Haya. En 1911, había donado más del 90% de su fortuna.
Bill Gates
Dueño de la fortuna más grande de todo el mundo (31.04 billones de dólares), junto a su esposa Melinda ha donado la mitad de su fortuna a instituciones educativas y a la investigación de la salud mundial. A través de la Fundación Bill and Melinda Gates se ha contribuido con la investigación de enfermedades infectocontagiosas, VIH y tratamientos de reproducción de niños. Son más de tres billones de dólares donados a los temas de la salud global; dos billones para mejorar las oportunidades de aprendizaje; 477 millones para proyectos comunitarios en Asia del Pacífico; 488 millones en proyectos especiales anuales y 200 millones para combatir el SIDA, en India, con programas de prevención.
Joan Kroc
Multimillonaria, viuda del fundador de McDonald’s Corp. y quien falleció el año pasado, Joan Kroc hizo una de las donaciones más grandes a una institución cultural norteamericana. Ella donó más de 200 millones de dólares a la Radio Pública Nacional (NPR). Su pasión por el poder de la radio pública y la conexión que era posible hacer entre las comunidades en los Estados Unidos con este medio, la llevaron a donar esta cantidad. Kroc también era defensora de la paz y la justicia, lo que la llevó a crear el Instituto de Paz y Justicia en la Universidad de San Diego, California. Además, antes de morir, la heredera de McDonald’s donó 1,500 millones de dólares al Ejército de Salvación, destinados a la construcción de centros comunitarios en todo Estados Unidos. La mitad de ese dinero se utilizará en la construcción de 30 a 35 nuevas instalaciones para recreación, educación y deportes. El resto se colocará en un fondo, cuyos intereses se utilizarán para cubrir los costos de operación de los centros.
No se sabe exactamente qué ha llevado a estas personas a donar extraordinarias cantidades de dinero a la filantropía. Quizás tenga que ver con esa cultura de “devolución a la sociedad” en la que crecieron y desarrollaron sus fortunas. Quizás sus creencias religiosas también jugaron un papel importante que los motivó a involucrarse en la filantropía. O tal vez haya sido el deseo de utilizar sus recursos en acciones positivas que generen un verdadero cambio en el medio donde viven y en el mundo en general. Lo cierto es que estas donaciones han significado el crecimiento de su nación y el mejoramiento de otras en el mundo, en diferentes sectores de la sociedad.
Y, ¿en Panamá? ¿Qué lograríamos si filántropos, fundaciones o corporaciones decidieran invertir considerables porcentajes de sus capitales para realizar obras en beneficio de la comunidad y la nación como un todo? ¿Qué sucedería si, en vez de esperar que el Estado subvencione obras culturales, comedores infantiles, casas de reposo, escuelas y universidades, las personas y empresas con recursos decidieran donar parte, contribuyendo a establecer una cultura general de filantropía y apoyo a los demás? Seguramente, no sólo muchos de nuestros problemas se verían aliviados, sino que el país progresaría más rápida y certeramente.
Es difícil medir el impacto de las donaciones en la economía de un país pero, definitivamente, la filantropía ha sido un factor decisivo en el desarrollo de algunas naciones. Darle más oportunidades a las personas que tienen menos, poniendo la responsabilidad en sus propias manos y envolviéndose en los proyectos que les ofrezcan medios de vivir más dignamente, es algo que aún mueve a los grandes filántropos de nuestros tiempos, algo digno de imitar.