De Guna Yala al mundo: el arte mágico de Achu y Kansuet
En el litoral Caribe panameño, allí donde mar, tierra y bosque se confunden, se encuentra Guna Yala: «Tierra Guna» o «Montaña Guna». Basta asomarse a ese paisaje en el que unas 360 islas parecen flotar en el más azul de los mares, a esa franja de tierra en la que bosques y manglares protegen un ecosistema riquísimo, para sentir que se ha llegado al paraíso. Pero, más allá de la belleza natural de la comarca, está la inmensa herencia de una cultura ancestral.
Las tradiciones gunas se transmiten de forma oral. En ellas, el lenguaje figurado es fundamental: desde pequeños se les acuna con cantos e imágenes que van tejiendo un imaginario único, teñido de colores, en el que la relación hombre-naturaleza, la paz física y espiritual y la armonía con el entorno son fundamentales.
En este medio, en el que la calidad de “artista” no se adquiere, sino que se es, nacen dos artistas plásticos que están dejando el nombre de su comarca y el de Panamá muy en alto.
Pero, si dedicarse al arte en cualquier sociedad no es un camino fácil, en el Panamá de los inicios de Achu y Kansuet, y en su Guna Yala, era aún más arduo. Estaba bien que pintaran, pero ¿cuándo comenzarían a trabajar de verdad, a recibir un sueldo? Muchos años de tesón, una dedicación férrea a su trabajo y el reconocimiento de críticos y coleccionistas panameños e internacionales comenzarían, no solo cambiarían la visión que se tiene de su carrera artística, sino que les ganarían un merecido respeto y admiración.
Achu o los primeros pasos de un viajero
Oswaldo DeLeón Kantule, conocido como Achu, nace en Ustupu, Guna Yala, en 1964 y es, sin duda, el pintor guna con mayor proyección internacional. Su obra está representada en Panamá por Huellas, Casa Cultural y ha sido expuesta en Panamá, Cuba, Canadá, Francia, El Salvador, Guatemala, México y Estados Unidos.
Luego de su muestra individual en la Alianza Francesa de Panamá en enero de este año, Achu prepara una muestra retrospectiva de sus 25 años de trabajo y otra con molas de gran formato, diseñadas por él e inspiradas en su trabajo. Además, estará participando en la VI Bienal de Arte Indígena de Quito, Ecuador, de la cual también es director artístico.
¿Por qué Achu?, le pregunto. “Es un apodo que llevo desde los siete años. Así le llaman a los felinos o hasta a los perros en dialecto guna”, responde. Para eso están los amigos de la niñez: para ponernos esos nombre que, años más tarde, conservaremos como recuerdo y afirmación de nuestro origen y de la primera de las patrias: nuestra infancia.

«La influencia de la cultura guna en mi trabajo es muy fuerte, porque todos los aspectos de la vida en una comunidad guna tienen que ver con el arte», manifiesta Achu en su estudio en Ontario.
Desde niño dibuja y pinta, pero en su entorno –y en el Panamá de entonces–, era muy difícil que se alentara a un niño a seguir la carrera de artista. Pero siempre hay quien mira con luces largas y deja huellas: don Recaredo Correa, su maestro de 3ro. y 4to. grado, lo incentivó a seguir y, sobre todo, le enseñó a “no copiar la naturaleza igual a las personas sino a interpretar lo que veía para ir más allá de la realidad”.
Decide estudiar diseño de interiores y pinta como autodidacta desde 1980. Comienzan sus primeros viajes, pero prefiere regresar y estudiar arte en su país, donde se gradúa en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Panamá en el 2001.
Viajero constante, ha vivido en los Estados Unidos, Cuba y, hoy día, está radicado en Notario, Canadá. Pero, en cada oportunidad que tiene, regresa a su Guna Yala. “Yo soy como un árbol que crece en una tierra árida: para nutrirme tengo que hundir más mis raíces en la tierra”, me responde cuando le pregunto por ese llamado del terruño y cómo le marca el vivir fuera. “El hecho de vivir en un lugar diferente y lejano de mi cultura me ha hecho valorar mucho más a mi tierra y su cultura, cada día tengo más interés de aprender y preguntar a los ancianos, nuestra historia y los conocimientos”, nos dice. “Muchas veces veo a jóvenes que viven en sus comunidades y no tienen ningún interés por aprender y corremos el riesgo de perder esta riqueza cultural preservada celosamente de generación en generación”.
El poeta de la niñez y el paraíso: Kansuet
Uno de los artistas plásticos más admirado y reconocido de su generación, Lucio López Cansuet, Kansuet, nace en 1974 en la pequeñísima isla de Gardi Yandub.
Dotado de un talento innato para la pintura, desde pequeño dibuja y pinta sin cesar. Inicia sus estudios en su tierra natal y, en 1991, viaja a Panamá para comenzar estudios formales en la Escuela de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Arte y Cultura (INAC). Pero aún no está listo: extraña demasiado su tierra y regresa a Guna Yala. De 1996 a 1999 realiza dibujos y acuarelas de pequeño formato a lo largo de la comarca, vendiéndolas a turistas y a extranjeros.

Kansuet con «Arrullo de mar», una de las obras de su última muestra individual cuyo tema era la simbiosis entre el hombre y la naturaleza.
Al igual que Achu, Lucio quiere dedicarse a la pintura, pero jamás imaginó ganarse la vida como “artista”. También como Achu, alguien ve su potencial y marca su vida: desde 4to. grado el maestro Demetrio González lo incentiva a participar en concursos y juegos florales. “No siempre ganaba”, comenta Kansuet, pero es así como “comienzan a darse cuenta de que tengo una habilidad especial para el arte”.
En el año 2000, se establece permanentemente en la ciudad de Panamá, donde participa en distintas exposiciones colectivas y, en noviembre de 2006, se gradúa de la Escuela de Bellas Artes del INAC, exponiendo las obras de su tesis de graduación en la muestra “Cantos de mi gente”, en Allegro Galería. El primer pago por sus obras le dio una de sus grandes satisfacciones: poder comprarle un cayuco más grande a su padre. Desde ese momento y cinco muestras individuales después, la obra de Kansuet nunca ha dejado de tener una lista de espera de coleccionistas ávidos por adquirir su trabajo, tanto en Panamá, como en el extranjero.
Representado por Allegro Galería, Kansuet ha expuesto su obra en Panamá y en los Estados Unidos, en exposiciones individuales y colectivas, así como en subastas y ferias de arte. En el 2013, el director del MoLAA (Museum of Latin American Art, Los Ángeles) escogió una obra suya para participar en su gran subasta anual. Nunca llegó a participar porque fue la obra escogida por el ganador único del “golden ticket” antes de dar inicio a la subasta.
Este año, su obra formará parte de exposiciones colectivas en Panamá y Estados Unidos. Como uno de los dos artistas escogidos para representar a nuestro país, Kansuet participará en una muestra del Museo de Arte Contemporáneo de Santo Domingo (MAM), como parte de la XVII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2014, en la que Panamá será el invitado de honor.

Primer caballete de Kansuet hecho por su padre. Años más tarde, nada le dará más satisfacción que invertir el primer pago por sus obras, en un cayuco más grande para su padre
Kansuet adopta su nombre artístico como una forma especial de honrar a su madre, utilizando su apellido materno como firma de artista. Para este artista, el centro de su vida es su familia y en su trabajo, cuyo punto de partida son sus experiencias y recuerdos, busca sentirse satisfecho con cada obra. Flor, su esposa, es una de sus grandes aliadas.
Más cerca de su isla que Achu, pero atrapado en el caos de la ciudad de Panamá, igual de lejos, Kansuet aprovecha cada oportunidad que tiene para viajar con su familia a Guna Yala: “Es una necesidad que tengo y de alguna forma me nutre y me inspira el estar allá, ya sea en medio del océano o del bosque”.
Todos somos parte de Nabguana o la Madre Tierra
Cantan los sabios o sailagan (sailas) que Baba-Nana (Gran Espíritu o Creador) antes de enviar al primer ser humano a la tierra (Wago), creó las plantas, los ríos, los animales, el aire, los árboles para que Nabguana fuera habitable (Herrera et al, 2006). Es así como Wago reconoce a todos los seres vivos como sus hermanos.
Esta concepción del equilibrio entre la humanidad, la espiritualidad y el entorno natural, inherente a la cultura guna, transmitida por generaciones en sus cantos y leyendas en un lenguaje figurado cargado de imágenes y metáforas, está estrechamente ligada a la obra de Achu y Kansuet, pero con una visión y sentir contemporáneos.
En la obra de Kansuet, los niños aparecen protegidos en capullos o vainas, ramajes, lianas en forma de hamaca o, como en su última muestra, en estado de simbiosis con animales, representando nuestra relación de interdependencia con un ambiente cada vez más amenazado por la codicia del hombre. La gran mayoría de sus obras retratan a su hija Alyson, su musa: la niña de sus ojos. “Sin ella siento que el cuadro está incompleto… Además, cuando trabajo con ella en mis cuadros, siento una conexión muy fuerte con la misma obra ”.
Fusión y puente entre la tradición y un lenguaje pictórico personal
La obra de Achu, eminentemente simbólica, juega con el realismo y la abstracción creando un mundo mágico que no solo celebra su herencia, sino que la reafirma y la rescata. Para él, los patrones, repeticiones, dualidad y multidimensionalidad de sus obras procuran “reeducar visualmente a mi gente, que por varias razones han ido perdiendo esa capacidad de abstracción en su trabajo artístico. Un ejemplo claro es que las molas más antiguas son abstractas y las nuevas son figurativas. Las molas geométricas que hoy en día existen son réplicas de diseños y patrones antiguos”, comenta.
Profundamente arraigadas en la tradición guna, pero con esa universalidad que alcanza la verdadera obra de arte, lejos de representar sus tradiciones en forma literal o anecdótica, Achu y Kansuet transmiten la esencia de su tierra y cultura con un lirismo, carga onírica y lenguaje tan personal que les ha ido ganando un lugar importante en el mundo del arte, así como un lugar en el corazón de todo aquel que tiene la oportunidad de estar frente a ellas. Es así como nos muestran, en especial a los panameños, que tenemos mucho por conocer y de qué estar orgullosos: que no somos un país de paso que recién se muestra al mundo con su espejismo de rascacielos.
Fotos:
Tito Herrera y cortesía de los entrevistados