Imponente y única, como el mar que la rodea
Allí, con un escenario y localización únicos, reposa la impresionante edificación. Entrar a sus predios produce, de inmediato, una sensación de reconfortante amplitud, serenidad y placer, mientras la vista se pierde en el horizonte y el sereno mar invade nuestros sentidos.
Al final de un empedrado camino rural llegamos a una especie de fortaleza protegida por gruesos muros de piedra. Desde el exterior sólo podemos advertir el movimiento de los techos de tejas que se entrelazan y resaltan sobre el fondo del cielo azul que rodea la propiedad. Es únicamente cuando nos acercamos que comenzamos a descubrir tan bien guardado tesoro.
A través del enrejado de hierro del portón de acceso nos llama la atención una fachada blanca, tipo mexicana, con un muy bien mantenido jardín en forma de semicírculo, siguiendo la arquitectura frontal de la edificación.
Dos grandes puertas de madera nos dirigen al interior de la residencia y, de golpe, nuestros sentidos son atraídos por el encanto que percibimos y escuchamos. Nos encontramos ante una insospechada imagen paradisíaca, situada al final de una hermosa punta que parece estar suspendida en el aire, entrando de manera atrevida sobre la inmensidad del océano y teniendo como marco un cielo despejado y claro.
«Esta casa es para toda la familia un sitio especial del que disfrutamos enormemente y donde logramos plasmar todo aquello que deseábamos en nuestra deliciosa casa de playa», nos comenta su dueña.
Aprovechando la suave pendiente del terreno, el arquitecto Alfredo Boza -encargado del proyecto- desarrolló un diseño en desniveles y amplios espacios abiertos que permite disfrutar de la cautivadora vista y hace que la suave brisa fluya ilimitadamente por todos los ambientes. Para protegerse del luminoso sol que reina en el área fueron concebidos grandes aleros, de tejas unos y de paja otros, que se proyectan de forma muy atractiva desde las gruesas paredes acabadas de manera rústica pero, a la vez, muy suaves en su textura.
Como color predominante en la mayoría de los muros se manejó el blanco tiza, aunque sin temor alguno advertimos que fueron utilizados atrevidos y llamativos colores para crear efectos especiales en las diferentes estancias, logrando un conjunto fascinante.
El foyer tiene como fondo una pared trabajada en azul añil donde nichos acabados en naranjas y amarillos se destacan y exponen objetos decorativos de gran belleza. En el siguiente nivel se aprecia la sala de estar, formada por un gran sofá construido en sitio, pintado en un wash amarillo con mullidos cojines tapizados en géneros de tipo telar artesanal, de brillante color naranja con toques amarillos, que hacen juego con invitadoras hamacas que guindan de las columnas perimetrales. También desde aquí escuchamos el relajante sonido de una cascada de agua que baña una empedrada columna que, además de soportar parte de la techumbre, descansa en la piscina tipo infinito. La impresionante piscina entra sin reparo a parte del salón y continúa su marcha hacia el final de la punta, perdiéndose en el horizonte. Este espejo de agua en tono azul celeste es abrazado por un limpio jardín donde se destacan únicamente altas palmeras que zigzaguean al ritmo de la suave brisa, complementando el maravilloso panorama que ofrece esta propiedad.
«Las noches de luna llena son una verdadera maravilla», nos comenta la propietaria de esta agradable residencia. «Apagamos todas las luminarias de la casa y disfrutamos de un espectáculo mágico, donde el reflejo de la luna sobre el calmado mar crea la sensación de que estamos ante un abrumador espejo plateado. Y, en el jardín, las sombras provocadas por el brillo de la luna parecen divertirse y juguetear entre ellas», concluye animada.
Continuando con el recorrido, una amplia y abierta galería nos guía al área de las habitaciones, todas expuestas a la estupenda vista, llevando cada una de ellas el nombre de lugares espectaculares que la familia visitara en sus viajes y que quisieron mantener siempre en sus recuerdos. Primero está «Mykonos», recordando a esa seductora isla situada en el mar Egeo, que es famosa por sus maravillosas casitas blancas y fenomenales playas. El decorado de este aposento está lleno de detalles que nos recuerdan a esta encantadora isla griega y, por supuesto, los tonos celestes y blancos son los colores predominantes. De forma sorprendente somos trasladados a «Playa del Carmen». Aquí los colores cálidos y brillantes, así como el tipo de muebles rústicos con tallas de hermosas calas, nos recuerdan ese paradisíaco spot ubicado en el estado de Quintana Roo, uno de los parajes más hermosos de la Ribera Maya, en el Caribe mexicano.
La próxima habitación es llamada «Saint Marteen». Aquí vemos reflejada la brillantez del Caribe y lo exótico de esta pequeña isla, parte francesa y parte holandesa. Nuevamente encontramos objetos que evocan este edén, siendo el más sobresaliente la pintura de una casita tipo «Ginger Bread» clásico, exponente de la arquitectura caribeña, decorando una de las paredes del aposento.
Por arte de la decoración nos trasladamos al Mediterráneo y nos encontramos con «Portofino». No podemos dejar de recordar esa típica aldea de pescadores de la costa de Liguira, en el noroeste de Italia. Aquí los colores, a pesar de ser vivos y alegres, son más suaves que las dos habitaciones anteriores, en las que reina el calor del Caribe y el trópico.
Regresando al foyer, observamos un recinto cerrado, donde la transparencia se mantiene gracias a grandes ventanales que la integran al conjunto arquitectónico. La decoración de este ambiente está marcada por todo tipo de objetos marineros. Por un lado, una escafandra; por otro, un pequeño bote que sirve como base para el gran vidrio de la mesa de centro. También advertimos timoneles, faroles de bronce y mascarones de proa como parte del acertado decorado. Pasamos entonces al comedor. Esta estancia también se integra al entorno por enormes y transparentes ventanales. El toque atrayente lo ofrece el matiz aqua empleado en las paredes, que da paso a que resalten las vigas de mangle sobre el blanco del cielo, al igual que las lámparas de bronce con vidrios de colores que cuelgan de gruesas soguillas y cuyo juego de colores imprime una sensación mágica al escenario.
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Una escalera flanqueada por candiles en tonos rojizos en cada uno de los peldaños, y dotada de un gran candelabro en su descanso, nos dirige a la recámara principal ubicada en la parte más alta de la residencia. Esta habitación es llamada «Capri», recordando esa fenomenal isla, ubicada en el golfo de Nápoles, de hermosísimos paisajes. Desde este pequeño torreón se aprecia un extraordinario panorama que halaga los sentidos y llena de paz al espíritu.
Son muchos los detalles que encontramos en nuestro recorrido por esta estupenda vivienda y cada uno de ellos expresan la dedicación y buen gusto que han plasmado los propietarios para lograr que el sueño de un lugar especial y cautivador se hiciera realidad, permitiéndole a todos en la familia sentirse transportados a su pequeño paraíso, una vez traspasan el portón de hierro que, como centinela, guarda celosamente este estupendo paraje.
* Vickie de Dahlgren es diseñadora de interiores.
Fotos:
Silvia Grunhut, Space 67.
Vista aérea:
Cortesía de Cambefort y Boza, tomada por Alfredo Máiquez.