Ted Henter: una visión más allá de la oscuridad

Mirie de la Guardia |

18 marzo, 2004

Era el año 1978 y, al terminar una carrera de motos al sur de Londres, Ted tomó el auto para regresar a la casa del amigo donde se hospedaba. El camino estaba oscuro; Ted estaba cansado. Se distrajo apenas unos segundos, los suficientes para tomar el paño equivocado de la carretera inglesa e irse casi de frente contra un auto en la vía contraria. No llevaba el cinturón puesto –en ese entonces prácticamente nadie lo usaba- y, con la fuerza del impacto, las retinas de sus ojos se desprendieron.

Este podría ser el final de la historia: la tragedia que termina la prometedora carrera de un deportista y aventurero nato. Pero no lo es. Ese momento definitivo que, efectivamente, transformó la vida de Ted Henter, fue el inicio de una nueva etapa que cambiaría la vida de muchos.

Pero, ¿quién es Ted Henter?
La primera vez que escuché hablar sobre Ted Henter fue al investigar el material para el artículo «Regata de Cayucos Océano a Océano» (En Exclusiva, Diciembre, 2002). En varias ocasiones la gente mencionaba a este «gringo» ciego que, no sólo competía en esta prueba tan exigente, sino que ese año había llegado en segundo lugar en la Categoría Abierta, abordo del cayuco que capitaneaba: el «Lone Star». Comencé a indagar y descubrí a un individuo fuera de serie.

Este «norteamericano» nace en Panamá, en la antigua Zona del Canal. Su abuelo viaja a nuestro país para trabajar en la construcción del Canal y nunca más regresa a Hungría, su patria natal. Compra tierras, levanta una familia y pasa el resto de su vida en Panamá. El padre de Ted también nace aquí, trabaja para el Panama Canal Company toda su vida y se retira en Florida, donde fallece hace apenas unos meses.

Ted estudia en Balboa High School (promoción del ’69) y en el Canal Zone College. Se transfiere a la Universidad de Florida, donde se gradúa de Ingeniería Mecánica. Pero su corazón estaba en los deportes. Había aprendido a esquiar en agua desde los cinco años y, en la universidad, destinaba su tiempo libre al esquí, al surf y a las carreras de motos, a las que se dedicaría a tiempo completo después de graduarse.

Aprender a vivir en la oscuridad
Ted recuerda esa noche vívidamente. Recuerda también las operaciones que siguieron, las esperanzas de los médicos, la zozobra; las dos semanas en las que recobró la vista en un ojo, para luego volver a perderla, del todo y para siempre. Enfrentar su nueva realidad fue devastador, pero no se dejó hundir en la desesperanza.

Su fe cristiana fue un gran apoyo. «Estaba seguro que Dios no me daría más de lo que era capaz de soportar», se decía. «Ha habido gente ciega exitosa antes que yo y la habrá después de mí. Está en mí ser productivo y convertirme en uno de ellos». Bajo esta premisa, comenzaría la etapa más difícil de su vida: aprender a vivir en un mundo de sombras.

En la oscuridad, ser capaz de valerte por ti mismo, exige aprender –o reaprender- las tareas más elementales. Caminar con bastón para no tropezar, aprender a ubicarte, a servirte la comida, a sacar el pan de la tostadora sin quemarte: todo es un reto. Pero quizás uno de los mayores obstáculos que se tiene que salvar sea la percepción que mucha gente tiene de los ciegos. «Nos creen torpes porque tropezamos, pero esa es la forma de sentir lo que nos rodea, de encontrar el camino. O nos tienen lástima porque necesitamos ayuda, como por ejemplo, que nos lean el menú en un restaurante», dice Ted. «Tienes que ser muy fuerte para evitar que eso te afecte, de otra manera, realmente comienzas a sentirte como un inútil», comenta. Fueron tres largos años de aprendizaje.

«El éxito consiste en estar preparado cuando te llega la oportunidad»
Ted había estudiado ingeniería mecánica y su experiencia profesional habían sido las carreras de moto. No es mucho lo que puede hacer un ciego en estos campos. Decide regresar a la universidad y estudiar programación de computadora. «No siempre fue fácil», les comenta a un grupo de niños ciegos de una escuela en la Florida. «Cuando apliqué a la Universidad de South Florida para tomar una maestría en programación de computadoras, el decano de la facultad me aconsejó que lo pensara muy bien, porque, entre otras razones, retrasaría al resto de los estudiantes.» Ted pudo haber llevado este caso a los tribunales, pero optó por comprobarle cuán equivocado estaba.

Al terminar sus estudios, un amigo le ofrece una oportunidad de trabajo en Maryland y Ted se muda al norte con su esposa y su primera hija. Aprende muchísimo en esta empresa y, trabajando duro, se gana el respeto de sus compañeros. Pero extrañaban mucho Florida y deciden regresar.

Mientras realizaba trabajos de consultoría, Ted conoce a Bill Joyce, un hombre con una combinación ganadora: Bill era ciego y muy rico. Para ese entonces, Ted estaba trabajando en un programa de computadoras para ciegos. Joyce se interesa por lo que oye y, en 1987, nace la empresa Henter-Joyce. Cuatro años después Bill deja el negocio, Ted le compra su parte y queda como dueño único de la empresa y CEO. «Entonces teníamos 4 empleados y un presupuesto de $250,000.00.» Hoy día, Henter-Joyce es una empresa con un valor de unos $12 millones de dólares, 75 empleados y más de 70,000 usuarios utilizan el programa de computadoras JAWS.

Un innovador en el campo de las computadoras
La computadora es el instrumento tecnológico más usado en el mundo entero, un requisito básico en el campo laboral. Ya no son un lujo, ni manejarlas una opción. El Internet, por otro lado, ha convertido al mundo en un lugar minúsculo. El monitor de la computadora es una ventana al universo: todo lo tenemos a nuestro alcance, a sólo un par de clics de nuestro mouse.

Esta maravilla, sin embargo, en especial después de la introducción de Windows, pudo haber dejado a los invidentes fuera de la carrera. «El Internet está cambiando todo», se dice con frecuencia y es cierto. Pero, para un ciego, sería lo mismo que tratar de trabajar con el monitor apagado y con el mouse y el teclado desconectados. Sí, la maravilla está allí, pero a ver hasta dónde puedes llegar en esas circunstancias.

Motivado por la firme creencia de que la falta de visión no es un obstáculo para cumplir tus sueños, Ted Henter comienza a trabajar en un programa de computadoras para ciegos, compatible con Windows. El primer usuario sería él mismo, así es que esa necesidad básica era una motivación aún mayor. En 1978 pierde la visión y, ya para 1981, trabajaba en el desarrollo de este programa.

JAWS (Job Access with Speech) sale al mercado en 1995. Este programa de computadoras traduce lo que aparece en la pantalla en voz o lo imprime en Braille. JAWS permite a las personas invidentes -o con impedimentos de la vista- el uso de la computadora y, con ella, acceder a un mundo de información y educación, aplicarla en el trabajo, navegar en la Web, leer todo tipo de publicaciones, escribir e-mails, realizar cálculos o acceder información a una base de datos. Hoy en día, JAWS es sinónimo del uso de computadora para los invidentes y ha sido traducido a 14 idiomas. El universo estaba al alcance de todos.

Ted Henter atribuye su éxito al gran equipo de gente trabajadora de la que ha sabido rodearse, pero el éxito de Henter-Joyce no deja de sorprenderle. «Creo que la lección más grande que he aprendido es que, si trabajas duro y buscas la excelencia, tienes la oportunidad de alcanzar el éxito, aunque en ese momento no lo sepas,» comenta.

En el año 2000, Henter-Joyce se fusiona con otras dos empresas de tecnología de la asistencia para formar «Freedom Scientific». La meta de la nueva empresa es desarrollar y expandir aún más la tecnología para invidentes. Ted Henter forma parte de su Junta Directiva y continúa participando como consultor.

Henter-Math: un nuevo reto
En 1996, al tratar de ayudar a su hija a resolver un problema de álgebra, Ted se da cuenta de lo difícil que era para un ciego trabajar fórmulas matemáticas. Él podía hacer la operación mentalmente, explicársela verbalmente a su hija, pero no podía mostrarle con lápiz y papel cómo se hacía.

De este momento de frustración nace una nueva idea: crear un «lápiz virtual». «Lo que uno hace en matemáticas es editar constantemente, reiterando la ecuación en una nueva fórmula. Braille no servía para hacerlo, pero quizás con un programa de computadora que permitiera a los estudiantes el uso del lápiz controlado por el teclado y usando comandos de voz, sí podría.»

El programa «Virtual Pencil» fue patentado en 1997 y, en el año 2002, se funda Henter-Math. Ted Henter considera que la aplicación del «Lápiz Virtual» es inmensa: no sólo para matemáticas, sino para física, química y las ciencias en general. Este producto tampoco se limita a los ciegos, sino que les abre muchos campos a personas con problemas de aprendizaje o con algún tipo de discapacidad motora que les impida el uso del lápiz.

Hasta el momento, el «Lápiz Virtual» puede hacer sumas, restas, multiplicación y división. Las versiones futuras serán capaces de lograr niveles de matemáticas más elevados y sofisticados como el álgebra, trigonometría, ecuaciones diferenciales y cálculo.

Panamá: el país de la infancia
Ted y su familia viven en St.Petersburg, Florida. En los EU, forma parte de la Junta Directiva del Watson Center for the Blind y de las juntas consultoras del Banco Mercantil y del Crisis Pregnancy Center.

Pero la tierra de su infancia los sigue atrayendo una y otra vez. «A ambos nos encanta Panamá y son muchos los recuerdos y los amigos que tenemos allí», afirma. Es por eso que vuelve cada vez que su ocupada agenda se lo permite. En años recientes, Ted ha participado y ayudado a la Escuela Helen Keller y al Patronato Luz del Ciego en Panamá y, si todo sale como planea, contribuirá aún más creando oportunidades para los trabajadores invidentes de nuestro país.

Innovador, trabajador incansable, visionario más allá de la oscuridad que hubiera paralizado a muchos, Ted Henter es una prueba viviente de que en la vida son nuestras habilidades y nuestros sueños –y no nuestros impedimentos- los que nos definen.

Fotos cortesía de Al Schonert y Ted Henter

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