Un legado como pocos…

Gladys Navarro de Gerbaud |

17 noviembre, 2017

El destino me puso en el camino de Federico Humbert Azcárraga hace muchos años. Jamás imaginé entonces, con solo 21 años de edad y un título universitario a mis espaldas, lo que sería trabajar al lado de un ser humano tan excepcional y extraordinario como él.

Mr. H, tío Freddy, Sr. Humbert, Federico, Freddy… fue tanto para tantas personas, no únicamente para quienes tuvimos el privilegio de compartir su caminar sino también para muchísimos otros a quienes logró cambiarles la vida, sin esperar nada a cambio.

No es fácil despedirse de alguien a quien por más de dos décadas solía entregarle el primer ejemplar de cada edición de la revista En Exclusiva para que la leyera antes que el resto, pues sabía la satisfacción que sentía al promoverse, a través de sus páginas, los valores y principios de Banco General.

No es fácil decir adiós a quien sentó bases concretas de solidaridad y entrega, pero también de crecimiento económico sano y robusto enmarcado en principios éticos no negociables, no solo para una empresa sino para toda una comunidad.

Obviamente, no es fácil. Duele. Pero él mismo nos dejó, a través de sus memorias y enseñanzas, escritas de su puño y letra, un claro mensaje: que tenemos la responsabilidad de seguir adelante, de contar nuestras bendiciones, de colmar nuestros días con actos útiles que llenen nuestras existencias y mejoren las vidas de los demás.

Hoy, en honor a todo lo que fue y todo lo que hizo en vida, les propongo reflexionar sobre lo que cada uno de nosotros podemos hacer para, al igual que él, algún día trascender y servir de ejemplo a nuestros semejantes.

He aquí algunas de las remembranzas más vívidas que guardo de alguien que marcó e inspiró mi vida y las de muchos para bien… Las he escrito pensando en cómo realmente era Federico Humbert.

Sé humilde… lo importante es dar, no figurar.

Sé sencillo… en las pequeñas cosas de la vida está la felicidad.

Sé noble… que te importe el bienestar de los demás.

Sé bondadoso… piensa en tu prójimo y en su necesidad.

Sé auténtico… que tu cara y tus palabras reflejen tu esencia.

Sé honesto… no tomes lo que no te corresponde.

Sé espiritual… ten fe y confía en el Señor.

Sé desprendido… lo material es pasajero, no es esencial.

Sé honorable… que tus actos sirvan de ejemplo a otros.

Sé fuerte… ten carácter, defiende tus creencias y valores.

Sé visionario… piensa y actúa en busca de grandes ideales.

Sé agradecido… haz una pausa cada día para devolver lo recibido.

Sé íntegro… haz las cosas bien, más cuando nadie te ve.

Sé solidario… ponte en el lugar del otro.

Sé un buen vecino… trata a los demás como te gustaría ser tratado.

Me quedo con su sonrisa. Me quedo con su: “¡Bien, muy bien!”, que indudablemente repetía positivo cada vez que le preguntaba: “¿Cómo estás?”. Me quedo con su bondad. Me quedo con su presencia y con su ejemplo, para siempre. Porque marcó un camino y será un honor, para mí y para muchos, seguir sus huellas y cada una de las enseñanzas de vida que nos dejó.

 

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