Aquellas inigualables residencias canaleras…

Vickie de Dahlgren |

25 junio, 2009

Con una arquitectura muy particular, las viviendas de Quarry Heights nos transportan a otra época. Algunos de sus propietarios han logrado preservar sabiamente ese encanto único que estas edificaciones irrepetibles brindan a propios y extraños.

Protegido por la sombra del cerro Ancón y arropado por una exuberante vegetación se guarda Quarry Heights, circuito de gran valor histórico que todavía preserva algunas viejas edificaciones, muy bien conservadas, de la época de la construcción del Canal.

Su privilegiada ubicación ofrece una vista que, además de ser maravillosa, permite controlar todos los movimientos que se desarrollan en la ribera canalera. De allí que, desde la incursión de los franceses a fines del siglo XIX, este estratégico sitio fuese seleccionado para originalmente construir el hospital “Notre Dame Du Canal” y también la villa que debía albergar al ingeniero jefe de la compañía del Canal Francés, que junto a su familia arribó al país en 1853. Corta fue la estadía del ingeniero Dingler, ya que sus hijos y esposa murieron de fiebre amarilla y, en 1855, regresó a Francia sin jamás haber ocupado la vivienda.

 

De cielos altos, pisos de madera, grandes ventanales y amplias terrazas, así podríamos describir algunas de las más hermosas y excelentemente bien mantenidas viviendas de un barrio colmado de historia.

Esta pintoresca y bien trazada barriada que hoy día ofrece magníficos jardines con enormes y viejos árboles, escondite de variedad de aves, ñeques, osos perezosos y ardillas, entre otras especies, volvió a adquirir importancia con la llegada de los norteamericanos interesados en reiniciar el colosal proyecto canalero a inicios de 1904. Y la cantera, de piedra, ubicada en las faldas del cerro Ancón, comenzó a ser explotada para las obras en las esclusas de Miraflores y Pedro Miguel, razón por la que prontamente los lugareños le llamaron Quarry Heights, que en español significa “altos de la cantera”.

Las escaleras exteriores eran un elemento típico y muy funcional para estas edificaciones de dos pisos, pues permitían a sus propietarios tener un acceso directo al nivel superior.

Una vez concluidas las obras de la vía interoceánica en 1914, esta área fue traspasada al ejército norteamericano con el fin de que allí se estableciera su centro de operaciones en el continente. De inmediato se iniciaron las labores para la construcción de oficinas administrativas y otros edificios, teniendo como prioridad la edificación de las residencias de los oficiales. Para tal efecto, se decidió trasladar las casonas que habían servido de vivienda a los ingenieros jefes encargados de los trabajos del canal, ubicadas en el sitio de Culebra. Estas grandes casas de madera fueron desarmadas, sus piezas debidamente enumeradas y luego transportadas por ferrocarril y camiones a su nuevo destino. En 1915, se terminó de “rearmar” la primera vivienda, la Unidad No.1, así denominada porque sería la residencia que ocuparía el general al mando de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en el Istmo.

El singular diseño arquitectónico de estas viviendas es el resultado del ingenio y creatividad de individuos que, conociendo los rigores de este clima, produjeron caserones con altos cielos, pisos de madera, grandes ventanales con mosquiteros, largos aleros y amplias terrazas, ideales para permitir que las viviendas fueran ventiladas y frescas estando, a su vez, muy bien protegidas del sol, los mosquitos portadores de la fiebre amarilla y las fuertes lluvias propias del trópico caluroso y muy húmedo.

Actualmente, en este tranquilo paraje se conservan algunas edificaciones muy bien preservadas gracias al interés de sus propietarios de mantener vivo ese encantador estilo canalero, quienes incluso antes de realizar mejoras a las viviendas se preocuparon por hacer investigaciones y contratar personal idóneo para mantener el espíritu original de estas centenarias construcciones. La fachada de muchas de las casas ha cambiado muy poco: los grandes ventanales con mallas han sido reemplazados por vidrios que permiten un contacto más directo con la vegetación circundante y la utilización de aires acondicionados. Los viejos pisos de madera barnizada, que en ciertas áreas estaban cubiertos por placas de vinilo, han sido remozados ofreciéndole esa calidez y atractivo de leños avejentados. Las paredes de madera, que en ocasiones fueron revestidas con papel mural, vuelven a estar pintadas en color blanco, ofreciendo frescor y luminosidad a los recintos. Desde los techos cuelgan grandes abanicos que giran lentamente como queriendo narrar con sus aspas historias pasadas.

Los interiores de estas amplias caseronas son similares, ya que todas fueron construidas en serie y, a pesar de que cada uno de sus propietarios le imprime su estilo particular, se mantiene uno semejante en ellas ya que los materiales usados en las telas, los acabados del mobiliario, los tonos de las maderas y el colorido en general mantienen una uniformidad que conserva los tonos neutrales, con detalles de color que son los que le imprimen individualidad a los ambientes.

El verde follaje de la vegetación envuelve los jardines, que van concatenándose entre ellos para dar la sensación de estar ante un gran parque natural. De pronto, se escucha en ciertos rincones el relajante sonido de la caída de agua, que proviene de piscinas tipo horizonte que se esconden en la espesura tropical.

Indescriptible es la sensación de tranquilidad que se percibe al caminar por las callecitas de este circuito, enclavado en el corazón del Cerro Ancón, lleno de historia y belleza natural. Casi un siglo ha transcurrido y las edificaciones “temporales” de Quarry Heights todavía se mantienen, como ejemplo de un atractivo estilo arquitectónico, propio del periodo de la construcción del Canal, apropiado para nuestro clima y que nos recuerda un tiempo importante de nuestra historia.

Fotos:
© Silvia Grunhut, Space

 

 

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