Aquí vive una artista

Vickie de Dahlgren |

26 marzo, 2012

Es una residencia especial, con magníficas piezas de arte pero, sobre todo, con un visible gusto por la estética, intrínseco en su propietaria.

Cada detalle refleja un exquisito sentido de estética.

Un pequeño vestíbulo nos recibe sugiriéndonos que visitaremos un lugar especial donde predominan la sensibilidad, la serenidad y el gusto por las cosas bellas, características que reflejan el espíritu de su propietaria.

Nos llama la atención una bien conservada talla de San Ignacio, de la época colonial, que según nos comenta su propietaria, fue adquirida en un anticuario en La Paz, Bolivia. Al pasar por este vestíbulo, nos enteramos sobre cómo recuperó un cuadro pintado por ella cuando era muy joven y apenas comenzaba a hacer sus primeros trabajos de arte y que ahora expone junto a una de sus obras actuales. En el recorrido también divisamos una escultura de acero inoxidable de un artista cubano que forma parte de este ecléctico grupo de piezas.

“Cuando adquirí esta propiedad, que me encantó desde el primer momento, este era un espacio totalmente abierto y se me ocurrió hacer una división para crear cierta expectativa y un mayor interés del visitante sobre lo que encontraría en el salón”, nos comenta.

Sobre una pared de fuerte color teal ha sido colocado un gran cuadro con una explosión de colores, de Gabriel González. También observamos un antiguo baúl pintado en rojo color que también es predominante en la obra de González.

Una emblemática imagen de la Virgen de Guadalupe, traída de la Basílica con el mismo nombre, nos recibe en un recinto que comparte con una escultura quiteña de San Antonio, de finales de 1800, la Biblia y el Zohar.

Seguimos entonces al amplio salón de estar y nos impacta el balance y buen gusto de esta área: las paredes acabadas en blanco tiza permiten que las piezas allí dispuestas formen un conjunto armónico; solo una pared semicircular en tono fucsia es el único toque de color y sirve de fondo para el rincón espiritual, nos comenta. Destacándose una gran imagen de la Virgen de Guadalupe, traída de la Basílica de la ciudad de México, va acompañada de una talla de la escuela quiteña San Antonio, circa 1800, complementada por un Zohar, libro central de la corriente cabalística, escrito en arameo antiguo, regalo que guarda con gran aprecio, así como una Biblia, que ella con frecuencia lee, ya que sus pasajes siempre la llenan de paz.

Continuamos observando y encontramos a un lado una mesa de cristal con una hermosa colección de diversos Niño Dios, de diferentes tamaños y procedencias, ya que nos cuenta que los ha adquirido a través de los años en viajes y en los diferentes países en los que ha vivido.

En la parte central del salón, y sobre una pequeña plataforma cubierta con piedras de río con suaves cantos lavados, se ha creado de un jardín interior donde hermosas y bien mantenidas plantas han sido colocadas en enormes maceteros hechos del tronco de palmas traídos de Indonesia, ofreciéndole al ambiente ese toque verde y de vida que la naturaleza nos brinda y que son parte importante del ser de nuestra anfitriona.

Como guardando este jardín observamos dos bloques de alabastro iluminados sobre los que descansan hermosas esculturas, dentro de las cuales llama la atención una figura humana de excepcional belleza, del mexicano Javier Marín.

Izquierda: Una escultura de San Ignacio contrasta maravillosamente con una colorida obra del artista Gabriel González.
Derecha: Una hermosa colección de varios Niño Dios, de diversos tamaños, provienen de años de viajes y diferentes países en los que ha vivido.

 

Un enorme óleo de Olga Sinclair, acompañado por una magnífica escultura en bronce del maestro Guillermo Trujillo y un óleo de Brooke Alfaro, engalanan las limpias paredes ofreciendo elegancia y color.

Cada obra está iluminada de forma dirigida, de manera que sean señalados todos los detalles que cada una propone.

Va cayendo la tarde y por los ventanales colocados al fondo del área se filtra una cálida luz que regala una ambientación mágica a este espacio. Desde este punto también se divisa una maravillosa vista que se abre a la ciudad en forma de abanico, permitiendo se disfrute de este recinto.

Aquí, junto a los grandes cristales, está dispuesta la sala de estar y nuevamente vemos cómo se mezclan estilos. Como pieza principal se ha colocado un moderno seccional de cuero blanco, acompañado por una poltrona en el mismo color; una antigua mesa central de madera tallada de la India expone libros y flores frescas; en una mesita lateral se yergue un torso en vidrio en tonos ámbar, de Isabel de Obaldía, de gran fuerza y magnetismo. Recoge este ambiente una alfombra diseñada por Olga Sinclair en diferentes tonos de verde.

Las distintas piezas de arte presentes en la sala cautivan hasta al coleccionista más exigente. Esculturas de Javier Marín y de Isabel de Obaldía se ubican triunfantes ante un impresionante óleo de Olguita Sinclair y otro de Brooke Alfaro. Al fondo, una gran escultura de Guillermo Trujillo

Transparentes puertas de vidrio templado nos dirigen al exterior y es en esta área abierta, techada, donde ha sido dispuesto el comedor. Una gran mesa de estilo moderno en madera clara de origen francés, en la que se da cabida hasta a doce personas, se acopla perfectamente al espacio. “Me encanta atender y tener cenas entre amigos”, nos comenta orgullosa.

Salimos a la amplia terraza y una agradable brisa veraniega envuelve el área. Este es un sitio maravilloso, donde apreciamos la estupenda vista que desde aquí se percibe. Muy entusiasmada ella nos comenta: “Disfruto enormemente sentarme y gozar del espectáculo que nos ofrece el sol antes de ocultarse y cómo la luz va cambiando el colorido del atardecer”. Una interesante pared construida de forma escalonada ha sido cubierta de hierba y en sus quiebres parecen flotar curiosas esculturas de piedra serpentina traídas de Zimbawe.

Regresamos al interior y pasamos a la sala familiar, área muy acogedora donde la dueña de esta hermosa residencia pasa ratos de descanso, lee y se reúne en familia cuando su ajetreada agenda así se lo permite. El agradable ambiente ha sido logrado con los matices cálidos que cubren las paredes.

Un cómodo sofá tapizado en tono natural va acompañado por dos entretenidas poltronas, una en forma de flor en un vibrante color rojo y, la otra, de diseño muy actual tapizada en blanco. Varias pilas de libros de arte han sido colocadas sobre el coffee table de líneas modernas y limpias, distinguiéndose una escultura de audaz color amarillo del maestro colombiano Edgar Negret. Adorna una de las paredes de este recinto la obra de largo formato del cubano José Bedia. También se aprecian fotos del conocido fotógrafo Philippe Aranoux y esculturas de Mario Calvit y Donna Colon.

La terraza tiene una magnífica vista de la ciudad y un ambiente que invita a disfrutar de la tranquilidad que se respira.

Un estrecho pasillo ha sido convertido en una pieza de conversación gracias a un gavetero laqueado en rojo chino que le da un toque diferente. Varias piezas de arte colonial se aprecian sobre el fondo rojo del mueble mientras nos dirigimos a una entretenida estancia, “el vestidor”, que más bien nos recuerda a una pequeña boutique, bellamente decorada, donde carteras y zapatos están colocados para disfrutar de su belleza.

Antes de partir, me queda una grata sensación sobre cómo en cada rincón de esta residencia encontramos un balance extraordinario en la forma en que todo está dispuesto. Definitivamente, este apartamento es el reflejo de una coleccionista que ha sabido valorar y atesorar para sí detalles de lugares donde ha pasado parte de su vida, manteniendo siempre ese interés por todo lo que la rodea y reflejando su amor por el arte en cada parte de esta hermosa residencia.

Fotos: © Silvia Grünhut, Space 67

Izquierda: Un acogedor estudio sirve como aposento para relajarse. El principal protagonista, un enorme óleo del artista cubano José Bedia, contrasta maravillosamente con esculturas de Mario Calvit y Donna Colon.
Derecha: Una hermosa e imponente escultura del artista argentino radicado en San Salvador, Miguel Martino, le da personalidad a la terraza donde se encuentra.

 

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