El calipso con sabor panameño

Daniel Molina Alarco |

16 marzo, 2018

Panamá heredó de los afroantillanos un sonido muy especial, un ritmo que transformó el curso de la música en el país y que hoy es una manifestación viva de nuestra cultura.

Con frecuencia, el mundo reconoce a Panamá por su canal interoceánico. La mayoría no contempla que la construcción de esta fascinante obra de ingeniería insertó en el patrimonio musical del país un componente esencial: el calipso.

Todo empezó con tres oleadas de inmigración afroantillana. La primera, en 1850, se tradujo en 45,000 obreros que construirían el ferrocarril transístmico. La segunda, en 1880, trajo a 84,400. Es en 1903, cuando Estados Unidos toma control del proyecto del canal, que otros 19,900 antillanos pisan suelo panameño. Según la investigadora Sonja Stephenson Watson, la mayoría eran de Jamaica y Barbados, y una minoría venía de países francófonos, como Trinidad, Martinica y Guadalupe.

Cuando las obras concluyeron en 1914, algunos volvieron a su país de origen; mientras que otros hicieron de Panamá su hogar. La nueva generación de afropanameños crecería en la ciudad, en los barrios de Calidonia, El Marañón, Río Abajo, El Chorrillo y la Zona del Canal; y en las provincias de Colón y Bocas del Toro. La música de fondo en cada rincón de esta diáspora era el calipso, un ritmo caribeño que cantaban en inglés, patuá y español, acompañados por un ukelele, un banjo e instrumentos caseros, como el famoso tambor de balde, fabricado con una cuerda tensada desde el centro de la batea hasta el extremo de una vara para emular las frecuencias de un bajo.

El ukelele es uno de los instrumentos base del calipso.

Acento panameño

El calipso como expresión deriva de los trovadores de África Occidental, que les cantaban a sus deidades. Esa costumbre la llevaron a las Antillas, donde le llamaban “kaiso”, y musicalizó el Canboulay, una fiesta que hoy conocemos como el Carnaval de Trinidad y Tobago. Allí se convirtió en calipso y cuando llegó a Panamá también encendió la fiesta en los carnavales.

Los calipsonians, como les decían a los cantautores de este género, improvisaban en los patios de casas o en las esquinas, narraban sucesos cotidianos, del barrio, utilizando el doble sentido y con un inglés de acento antillano. El etnomusicólogo Leslie George recuerda que algunos padres de familia les prohibían a sus hijos que cantaran con ese dejo, porque era de mala educación y porque las letras de las canciones ocultaban mensajes subidos de tono para la época.

Un ejemplo de esa picardía se encuentra en el tema Negrito del calipsonian panameño Sir Jablonsky, que dice: “She said te vendo este coco, /no importa con el precio negrito, /aquí vendemos más barato /y el coco a real y medio (Yes!). /Oye, negrito, también cambiamos coco por guineo. /Y entonces ella gritaba: /¡Cuidado, /negrito, /yo no quiero que tú rompas mi coco!”. En esta pista se escucha de fondo el inconfundible piano de Víctor Boa, acompañado por su combo.

Al igual que Sir Jablonksy (Vincent Hill), cada calipsonian ostentaba un nombre que se mofaba de los títulos nobiliarios o personajes históricos. La mayoría había nacido en la diáspora afroantillana de Panamá, entre la década de los 20 y 30. Y no es hasta finales del 50 que el calipso se abrió paso en el mercado discográfico, según el ensayista y crítico literario Mario García Hudson, cuya colección de álbumes incluye algunas joyas del calipso. Él mismo asegura que, a diferencia de Trinidad y Tobago, Panamá fue el primer país donde se cantó y grabó en español. De hecho, en Negrito se observa esa combinación entre español e inglés.

Para el tecladista y director musical de The Beachers, el maestro Lloyd Gallimore, la música de Panamá se había caracterizado hasta entonces por tener mucha influencia de las orquestas grandes de Cuba, refiriéndose a la famosa época de los cabarés y orquestas de 16 o 18 músicos. También estaba el folclor, que únicamente contemplaba los ritmos de las provincias centrales: el calipso era un tipo de música marginal, como ha escrito antes Luis Pulido Ritter. En ese contexto, con la llegada del calipso hubo transformaciones. “Las mismas orquestas grandes comenzaron a hacer arreglos para interpretar calipsos”, explicó Gallimore, en una clase maestra de 2015, en la Fundación Danilo Pérez.

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El calipso había viajado de África a las Antillas, luego desde esas islas fueron a tierra firme en Panamá, para adentrarse en los patios de unos caseríos afroantillanos, hasta llegar a los estudios de grabación profesional. El género había migrado del ukelele, el banjo y el bajo de balde, a arreglos musicales interpretados por 6 u 8 instrumentos de viento.

El calipso que nosotros tocamos tiende a sonar a salsa, jazz, es una mezcla, un sonido muy original”, agregaría Gallimore, definiendo la identidad del calipso con sabor panameño. García Hudson apunta a Víctor Boa, como la figura que aportó ese elemento jazzístico al calipso, que había sido “fuertemente influenciado por el mento” en sus inicios.

Los calipsonians

No se puede hablar de calipso panameño sin mencionar al emblemático Lord Cobra. Wilfred Methusiel Berry Gonin nació en Bocas del Toro y desarrolló su carrera musical en Colón. Se trata, además, del calipsonian panameño que más canciones grabó, confirma García Hudson.

“Sus grabaciones con la Sugar Tone Band son joyas discográficas del patrimonio musical panameño”, publicó el ensayista en una investigación. Entre las canciones más emblemáticas están Big nose y Chatterbox Sparrow. Aunque, es mejor conocido por Combination y el icónico tema Baptisam, que concentra un rasgo muy latente en la diáspora afroantillana: la religiosidad. “Get ready everybody /Get ready /Get ready for the Baptism …”, frasea la primera parte. “Me and me melody band /Lord /We went to a baptism / Dem duck me first in the water /I turn me roll and shout Hallelujah”.

Para Pulido Ritter, Lord Cobra encarna el espíritu de la identidad antillanopanameña una comunidad que no era blanca y católica, sino negra y protestante. “El calypsonian pasa fluidamente a través de varios registros musicales, lingüísticos y culturales; registros que, además, son reinterpretados por músicos de origen no antillano, como es el caso de Pedro Altamiranda, es lo que habla por ese cosmopolitismo urbano y popular que transgrede las fronteras románticas tanto del cosmopolitismo decimonónico y del folklorismo”, publicó en la revista Istmo.

Otro de los grandes calipsonians es el popular George Allen, mejor conocido como Lord Panamá en los escenarios. Este hombre, detalla García Hudson, es el calipsonian que ha recibido la máxima distinción de Panamá, la Orden Vasco Núñez de Balboa. Nacido en Colón, en 1928, la mayoría de sus canciones fueron grabadas bajo su propio sello discográfico, Panix. Este cantautor marcó una generación con sus éxitos Firedownbelow, Hot dogman y Calypso en Panamá, este último, una síntesis de cómo surgió el calipso en el país: “Los antillanos llegaron a Panamá /a construir un Canal, /el calipso lo hicieron muy popular /durante sus fiestas o en Carnaval. /Aquí sus hijos nacieron /y muchos se quedaron, /panameños de nacimiento /igual que el calipso…”.

Al igual que Lord Cobra, Lord Panamá ofrecía en sus grabaciones ya una instrumentación y base rítmica mucho más sofisticada, en la que el calipso tomaba estrategias de otros géneros contemporáneos, como la bossa nova, la guaracha, el góspel, entre otros, indica García Hudson.

Sir Jablonski, “la mejor voz del calipso”, y su Negrito fue otra de las insignias del calipso. A su nombre también están los conocidos temas Judas y Barrabás y Fatpork, que incluyen una sección de vientos, tumbas, batería y trompetas, de la orquesta de Al Mercado.

Una de las voces que más resonó en este género musical también fue la de Claude Morán, o Black Majesty. Según García Hudson, este cantautor apoyó su voz con coros, que recuerdan la tradición del doo woop de la música estadounidense. Y Mon cherie es uno de sus mayores éxitos.

También en el calipso destacó el enigmático Lord Kitty, quien le ganó un duelo al rey del calipso, Mighty Sparrow. Un triunfo parecido alcanzó Lord Cobra y Lord Panamá en su momento, pero Kitty grabó su sentimiento de victoria en un tema que versa: “Sparrow willnever /Sparrow willnever /Sparrow willnever, never, never, never /come back to Panama”.

El rescate

Después los años de gloria del calipso, narró Leslie George a un diario local, la competencia disquera, la migración de quienes vivían en la Zona del Canal y la persecución de los seguidores del género, por las malas costumbres que tenían algunos en los conciertos, hizo que los seguidores del calipso empezaran a dispersarse.

The Digger’s Descendants, de Río Abajo, es una agrupación que interpreta calipso al mejor estilo tradicional.

Sin embargo, el calipso ha trascendido a lo largo de los años. Hoy uno de los últimos calipsonians vivos es Ringing Bell, quien suele presentarse con el Grupo Amistad, dirigido por Leslie George. También están The Digger descendants, quienes cantan clásicos y canciones propias, reunidos en Lucho’s place, en Río Abajo. Tampoco se pueden olvidar las presentaciones de Armando Machore y Los Calypso Panamá, los Bastimento Beach Boys de Bocas del Toro, o aquel intérprete jamaicano que cautiva turistas en el Casco Antiguo.

Una especial mención merecen The Beachers, la agrupación que cumplió 50 años de trayectoria con el lanzamiento del álbum Cincuenta, en el que incluyen temas como Going to Bocas, These young girls y Bocas del Toro, himnos que recuperan ese sonido del calipso, fusionado con otros géneros que apelan a un público más joven, además de sumar voces, como la de Jermaine Vásquez.

El productor de este disco, Billy Herron, comentó en el lanzamiento que el objetivo del proyecto es resguardar “con la mayor calidad posible, el sonido clásico de la banda”. De esta manera, contribuir al conocimiento de nuestras raíces y preservar el patrimonio musical de Panamá con calidad de exportación, así como otros países del mundo lo vienen haciendo. El propio Danilo Pérez describiría a la agrupación como “nuestro equivalente al Gran Combo de Puerto Rico”.

Parte de este rescate, incluso, aflora en el cine. Gerardo Maloney fue el pionero con su documental Calipso (1991). Y, actualmente, el documental de Fer Muñoz Una noche de calypso, basado en el concierto que reunió al Grupo Amistad, estrenó el 12 de marzo en el 35 Festival Internacional de Cine de Miami.

La cultura, y sobre todo la música panameña, se alza como un estandarte que refresca la identidad de Panamá y la riqueza de su gente.

Sellos discográficos
Panamá fue el primer país donde se grabó el calipso en español:
Sally Ruth
Grecha
Tropelco
Padisco

Otros calipsonians e intérpretes
Algunos se mudaron de Panamá y otros ya han fallecido:
Lord KonTiki
Black Czar
Val Reid
Two Gun Smokey, quien llegó a cantar en hoteles en Honolulu (Hawái)
Lord Delicious
Lord Byron
Lady Trixie
Estribí
Swing Papa
Papa Houdini
Walter Ferguson (nacionalizado costarricense)
Leroy Gittens
Alex Duncan

Otros éxitos de la época
Concolón, de Alonso Williams
Sacúdete, de Armando Machore
Mana mana, de Los Dinámicos del ritmo, una mezcla entre guaracha y calipso
Fat pork, de Sir Jablonsky

Fotos cortesía de: Luis Cantillo

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