El reto de valorarnos

Gladys Navarro de Gerbaud |

6 marzo, 2017

Somos una nación joven y bendecida, muy bendecida. Nos destacamos por ser gente afable, amigable y sincera. No contamos entre nuestras vicisitudes el haber tenido que soportar las constantes guerrillas y conflictos armados por los que han atravesado otros países de la región. Como nación, hemos madurado y lo seguimos haciendo, teniendo a nuestro haber ya cinco elecciones democráticas seguidas en los últimos años después de la dictadura militar.

Este territorio que nos vio nacer también ha sido un imán que atrae a propios y a extraños por su exuberante y bella biodiversidad tropical, por lo agradable y placentero que resulta vivir aquí y por lo abierta que es nuestra economía al contar con el dólar como moneda de curso legal.

Todo el cúmulo de aspectos positivos que nos distinguen debería llevarnos siempre a ver el vaso medio lleno y no medio vacío. Pero, como dice el refrán, “nadie es profeta en su propia tierra” y en muchas ocasiones son quienes nos visitan o hacen de nuestro país su hogar, los que elocuentemente proclaman las bondades de un destino único como Panamá.

Tan solo en lo que va del 2017 he tenido dos experiencias de este tipo que, como panameña, me han dado un espaldarazo en el orgullo. Primero, fue la visita a nuestro país del Secretario del Instituto Smithsonian, de Washington, junto a miembros de su Junta Directiva Nacional. Quienes están al frente de algunos de los museos más visitados del mundo, de sus excepcionales colecciones y de los estudios científicos que hay detrás de ellos, quedaron realmente extasiados con nuestro terruño. Panamá sobrepasó sus expectativas y realmente los sorprendió, y no solo por su biodiversidad, sembrando una semilla de recuerdos inolvidables y esbozando en sus labios la promesa de regresar.

La otra experiencia fue conocer acerca de un meticuloso estudio sobre nuestro país realizado por importantes profesores de Harvard que se dieron a la tarea de analizar nuestra economía, nuestras debilidades y fortalezas, y armar un paquete de recomendaciones muy bien pensadas sobre la ruta que deberíamos seguir transitando durante los próximos años. Ellos también quedaron gratamente impresionados con Panamá, tal como se refleja en sus aseveraciones.

A mi manera de ver, los panameños tenemos un importante reto, el de valorarnos; el de saber que, aunque no todo es perfecto, contamos con un caudal de atributos que nos distinguen y nos colocan en una posición privilegiada para continuar desarrollándonos como nación. ¡Tomemos lo bueno que nos une y sigámoslo mejorando para lograr un efecto exponencial!

Y eso que sabemos que requiere atención y trabajo prioritario porque nos hace daño –como la corrupción y las fallas en la educación y los valores que estamos brindándoles a las futuras generaciones–, enfrentémoslo con coraje y determinación poniéndolo en la agenda diaria de cada uno, ya sea cuando nos sentamos a comer en familia o cuando en nuestras oficinas y esferas públicas conversamos y actuamos para lograr resultados. Solo así, valorando lo bueno que tenemos y trabajando en lo que nos falta alcanzar, podremos seguir cosechando éxitos sintiéndonos orgullosos de lo que como panameños podemos lograr.

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