Entre el cielo y el mar

Vickie de Dahlgren |

29 diciembre, 2013

Con una vista espectacular del archipiélago de Las Perlas, esta residencia tiene una magia singular que nos invita y atrae.

Esta original residencia, enclavada en la punta sur de Contadora, tiene un estilo arquitectónico que rememora los techos empinados de ciertas construcciones en la isla de Bali.

Contadora definitivamente tiene un gran encanto. Mientras iniciamos el descenso hacia la isla, las diferentes playas y pequeñas caletas de arenas doradas y aguas color esmeralda, que varían en su tonalidad dependiendo de la profundidad del mar, nos dan la bienvenida. Un pequeño vehículo nos espera y de inmediato comenzamos a disfrutar del paisaje, que en esta época del año está todo verde.

”Como notarás, estamos en el punto más distante de la isla. Esta es, además, la punta más al sur y está bastante aislada, lo que lo convierte en un sitio privilegiado“, comenta el dueño. Dos portones entre abiertos nos guían a un ambiente que, por segundos, más nos recuerda a un área de montaña, con altos muros de piedra y una tupida vegetación de árboles de gran tamaño. ”Esta parte de la propiedad me recuerda mi niñez en El Valle de Antón“, comenta con agrado, pero a medida que nos acercamos a la casa vamos descubriendo unas vistas increíbles, donde el mar en toda su inmensidad es el actor principal.

Un amplio vestíbulo y grandes ventanales, que sirven de marco para la entrada de luz, nos dan la bienvenida. Un juego de escaleras, que da la sensación de estar flotando, se compenetra con un enorme tronco traído de China.

”A nosotros nos encanta Contadora, por muchos años estuvimos en una casa pequeña, la que disfrutamos mucho y nos sirvió de punto de partida para definir nuestras necesidades y gustos. Sabíamos que queríamos una casa amplia con varios ambientes para poder gozar de la isla todo el año; era muy importante que nuestros hijos se sintieran cómodos y que como familia pudiéramos pasar largos ratos juntos, además de que este fuera un sitio de reunión con amigos y que todos pudieran divertirse y pasar momentos entretenidos“, nos cuentan los propietarios.

El arquitecto Ignacio Mallol fue comisionado para desarrollar los planos siguiendo en el diseño el estilo de un hotel, en Bali, que les pareció maravilloso. Con techos muy altos y empinados, cuyo propósito es que el agua drene con rapidez, la planta debía ser muy abierta con grandes aleros como protección de los intensos rayos de sol y de las lluvias, y que las diferentes estancias se pudieran abrir e integrar a la naturaleza.

La fachada principal de la residencia está formada por un interesante juego de ventanas, en la parte superior, y de puertas, en la parte inferior, con pivotes centrales, lo que les permite girar sobre su eje de manera que fluya el aire de manera óptima. ”Este tipo de puertas-ventanas fue diseñado por mi abuelo en una casa que tenía en Darién“, comenta el orgulloso dueño.

Pasamos al interior y un amplio vestíbulo nos recibe mientras se percibe un ambiente agradable, abierto, de gran luminosidad y con una vista exquisita que vamos asimilando poco a poco, a la vez que nos recreamos con este singular escenario que tiene como fondo la isla de Saboga y, en un plano más cercano, la piscina y el bien cuidado jardín.

La terraza es un amplio espacio en el que resaltan cómodos muebles en tono caramelo tapizados en canvas azul marino. En la mesa central, de teca avejentada, reposan libros del interés de los propietarios.

Como pieza central, una mesa formada por un enorme tronco con tres patas traído de China, expone orquídeas blancas que decoran sin competir con el entorno. Los tonos empleados en pisos y paredes están en colores neutrales. Como única decoración, se exponen interesantes pinturas del cubano Gustavo Acosta, del artista japonés que estuvo radicado en Panamá, Kojiro Takakuwa, y del pintor nacional Kantule, así como una escultura de Susie Arias.

Salimos a la terraza cubierta donde se ha dispuesto un amoblado de madera en tonos caramelo, que recuerda los muebles de bambú muy utilizados en los años 50 y 60, y que están tapizados en canvas azul marino. En la mesa central, de teca avejentada, encontramos gran variedad de libros colocados en pequeñas pilas, la mayoría de ellos acerca de temas pictóricos, lo que nos recuerda la pasión que el dueño siente por la pintura.

El comedor tiene un ambiente de frescura que invita a los comensales. Un cuadro del artista Ignacio Esplá y un velero veneciano antiguo traído de Boston completan el ambiente.

Continuamos al exterior y llama la atención la piscina tipo infinity. Revestida en mosaiquillos azul cobalto, refleja casi como un espejo la silueta de un árbol que parece estar suspendido en el aire, ofreciendo una sensación mágica. En la terraza perimetral, unas tumbonas invitan a disfrutar de los rayos del sol. ”Estas se las compramos a un artesano que las vendía al pie de la carretera Interamericana, pues nos encantaron y las guardamos por casi cinco años“, nos comenta ella. Como aporte de color, en el rancho han sido colocados unos exóticos muebles trabajados en hilos de vibrantes tonalidades traídos de Senegal.

”Los celajes de verano desde esta piscina son increíbles; los colores varían de forma maravillosa, el sol parece jugar con las variadas tonalidades de colores que van desde magenta hasta el rojo intenso y, al irse desapareciendo detrás de los árboles que observamos en Saboga, da la sensación de que grandes llamaradas se mezclan entre las ramas ofreciendo un espectáculo único“, nos dicen.

Bordeando la piscina, unas escaleras de piedra nos dirigen a una sala de estar que parece una pequeña cueva, con grandes ventanales que permiten apreciar también la encantadora vista. Llama la atención la forma retorcida de la rama de un árbol que nos recuerda a un caballito de mar. Instrumentos musicales de todo tipo están a mano para alegrar las reuniones entre amigos.

De vuelta al interior de la casa, pasamos al comedor principal formado por una larga mesa de piedra acompañada por sillas tipo director con un ”twist“, ya que poseen un aire más moderno, pero manteniendo la ligereza de ese estilo. Los colores neutros en los tapices, en los muros y en los pisos dan paso a que se destaquen. Un antiguo velero veneciano, comprado a un anticuario en Boston, junto a un gran cuadro de fuertes colores del fallecido pintor hispano-panameño Ignacio Esplá, completa este aposento de grandes ventanales corredizos que se pliegan totalmente cuando desean integrar este ambiente al entorno exterior.

Un modernísimo sofá, colocado sobre una alfombra con un llamativo tono verde limón, capta la atención de este espacio familiar. Al fondo se aprecia un salón en el que todos disfrutan de jugar al billar.

Aprovechamos la amplia galería perimetral que rodea la parte posterior de la edificación para dirigirnos a la sala de estar, mientras admiramos el muy bien cuidado jardín, cuya concepción y elaboración estuvo a cargo de Marcela Arias, gran conocedora de plantas y de paisajismo. Además de robustos árboles que parecen ir subiendo por el barranco, observamos una plantación de espinacas y otras verduras que han debido ser protegidas de los venados que abundan en la isla y vienen en las noches a degustarlas.

Las vistas desde cualquier punto de la residencia son espectaculares. Se respira un ambiente de paz en una propiedad a todas luces bien cuidada.

El amplio salón de techos muy altos conserva la neutralidad que guarda el resto de la casa, logrando gran colorido con los tapices de un muy moderno sofá de tipo seccional colocado sobre una alfombra tipo ”jute“ de un fuerte tono verde limón. ”En esta sala generalmente nos reunimos con nuestros hijos a ver televisión, todos en el sofá, y lo pasamos delicioso“, nos comenta ella. Sobre una mesa para seis se aprecia una hermosa colección de caracoles traídos de Italia, mientras que otro velero antiguo –también adquirido en Boston– ofrece un ambiente marinero. ”Este es el espacio destinado para el bar, desde donde se podrá divisar prácticamente todo el entorno, al fondo el mar, Saboga, el jardín y la piscina“, nos comenta ella, y continúa: ”Hemos estado trabajando con Jorge Zarak, quien ha sido de gran ayuda para lograr la decoración y ambientación perfecta para esta casa“.

Una piscina tipo infinity nos hace olvidar que nos encontramos a pocos pasos de un mar que le hace juego y la exalta aún más.

La mesa de billar aquí dispuesta es otro motivo de entretenimiento para los jóvenes y también para los mayores. Mientras unos ven TV, los otros juegan billar o cartas pasando un rato simpático. Grandes óleos de reconocidos artistas como el panameño Eduardo Navarro, los cubanos Kcho y José Beitía, así como la pintora argentina Sol Halabi, visten las paredes de este ambiente.

Para dirigirnos a las habitaciones retornamos al vestíbulo y podemos admirar en su totalidad la escalera limpia y libre, que parece una escultura de concreto visto, cuyos grandes pasos de madera dan la sensación de flotar en el ambiente. Tener el ventanal principal como fondo les permite traer al interior el jardín externo. ”Para nosotros, el cuidado del medio ambiente es de gran importancia, por lo que hemos estado reforestando y resembrando árboles que sufrieron durante el periodo de la construcción, además de sembrar variedades de plantas para mantener verde este maravilloso lugar“, comentan.

La recámara principal goza de una vista realmente cautivadora. El mobiliario está colocado de forma tal que el escritorio y la cama se complementen entre sí.

Un espacioso y amplio salón de techos muy altos, siguiendo el estilo balinés donde la techumbre central parece un gran bote colocado al revés, nos recibe y sirve de marco ideal para una colosal escultura, en bronce, del maestro Guillermo Trujillo. El sitio es perfecto para poder admirar esta pieza, ya que desde cualquier punto se tiene la perspectiva y distancia adecuada para contemplarla. Este recinto sirve, a su vez, como punto de distribución de las habitaciones. Hacia un lado encontramos las recámaras de los jóvenes y la de invitados, reflejando cada una el gusto y las preferencias de colores según las edades de los hijos de la pareja; mientras que la habitación de invitados es muy neutral y de tonalidades arena con toques azules. Una antigua silla francesa de madera, de dentista, le da un toque diferente.

Hacia la punta, ocupando un sitio privilegiado, se ubica la recámara principal, que parece estar suspendida y envuelta por la exuberante naturaleza que la rodea. ”Los días soleados son fascinantes, desde aquí disfrutamos del increíble paisaje, pero el espectáculo que nos ofrecen los días lluviosos, especialmente en las oscuras noches, cuando se desatan las tormentas eléctricas, son asombrosos“, nos cuentan.

Esta habitación parece diferente y singular por la forma en que ha sido dispuesto el amoblado. Un gran mueble librero sirve de pequeña antesala y expone, además de libros de todo tipo, adornos, fotos familiares y recuerdos de viaje. Tiene al frente un largo escritorio que, además, se presta como respaldar de cama y al estar a un nivel superior les permite desde este punto trabajar o leer disfrutando del paisaje.

Visitar una residencia que a todas luces ha sido concebida pensando en cada detalle es una experiencia enriquecedora y muy agradable. La amplitud, la naturaleza y el sabor a mar se mezclan para brindar una estancia plena, entre el cielo y el mar.

Fotos:
Francisco Málaga

 

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