Espectacular, original y bella

Vickie de Dahlgren |

24 diciembre, 2008

Teniendo como marco el enorme océano Pacífico y un maravilloso jardín, descubrimos esta majestuosa residencia de espectacular arquitectura y un interior sumamente interesante, dotado de una impresionante colección de obras pictóricas e imponentes esculturas de grandes proporciones.

Un atrayente juego de techos nos recibe, indicándonos de inmediato que ésta es una edificación particular. Sin embargo, la arquitectura total del inmueble se mantiene como una incógnita, ya que el tupido jardín le sirve de tamiz, proveyendo a la propiedad de un interesante sentido de misterio y privacidad.

Lentamente se abren los portones de hierro y, poco a poco, nos adentramos por un pequeño túnel, magníficamente logrado por una espesa enredadera que le proporciona un ambiente mágico, ya que la sombra que aquí percibimos nos llena de curiosidad por conocer, en su totalidad, el sitio que nos espera.

Una vez atravesado el corto pasaje, apreciamos la fachada principal para luego ir descubriendo, por etapas, cada detalle del frontis de la vivienda y del fenomenal jardín que abraza la edificación, de varios volúmenes e interesante movimiento. Una maravillosa escultura de grandes proporciones del conocido escultor Jiménez Deredia se destaca en este pequeño paraíso tropical. En el exterior, observamos un estilo tipo mediterráneo, con paredes muy blancas, techumbre de tejas de diferentes tonalidades y varias cúpulas que le imprimen un toque morisco propio de la arquitectura del sur de España y del norte de África.

“Para la familia, nuestra casa de playa era un proyecto importante, deseábamos un lugar diferente y singular. Para desarrollar nuestro propósito comisionamos el diseño al arquitecto Gustavo Arango y, luego de varias reuniones y algunos cambios, nos presentó un croquis que nos encantó, pues logró interpretar nuestras necesidades y gustos”, nos comentó su propietaria.

Pasamos al interior de la residencia y pudimos reconocer cómo los volúmenes exteriores se reflejan en los aposentos interiores, ya que las diferentes estancias están bien definidas y cada espacio tiene una función bien establecida.

El foyer, de forma circular y altura monumental, nos obliga a prestar atención detenidamente a todas aquellas particularidades que nos ofrece este aposento especial, teniendo como objeto ser el eje central y punto de distribución de la residencia. Pero también la magnitud del espacio tuvo como propósito presentar en sus paredes maravillosas obras de arte que forman parte de una colección espléndida, propiedad de los dueños de la casa.

“Mi esposo es un enamorado del arte, desde hace muchos años ha ido seleccionando de manera muy cuidadosa pinturas y esculturas de grandes maestros, por lo que sabíamos que necesitábamos de grandes espacios para exponerlas, de manera que cada una de las obras pudieran ser apreciadas con apacibilidad y sosiego”, nos comentó ella.

Iniciamos nuestro reconocimiento del área desde la cúpula superior, revestida en pequeños y muy tenues mosaiquillos en tonos azules lo que, unido a la entrada de luz natural por ojivas laterales, nos ofrece la sensación de estar frente a un espacio abierto, observando ese maravilloso cielo celeste de gran limpieza que se disfruta en las paradisíacas áreas de playa de nuestros litorales.

Continuando con nuestro recorrido, encontramos un puente suspendido en el primer nivel, cuyo propósito es servir como enlace entre los dos módulos laterales que se encuentran adosados a la construcción central. Desde esta zona y a través de un amplio vano logramos advertir el continuo movimiento de las olas al romper contra la orilla de forma regular y cadenciosa.

En este nivel, encontramos el área de las habitaciones, todas con vista al mar y decoradas cada una de ellas finamente, preservando el estilo y preferencias de cada uno de los miembros de la familia. Al puente se integra una escalera semicircular sujetada a uno de los muros perimetrales del torreón, con el fin de mantener la amplitud y majestuosidad de este aposento, permitiendo que aquí se desplieguen obras de pintores de la talla de Juan Carlos Marcos, Carlos Rodaniche y Olga Sinclair.

Retornamos a nuestro punto de partida y continuamos impactados por el entorno que nos rodea. Enormes ventanales sirven de marco para poder gozar a plenitud del maravilloso espectáculo que desde aquí se aprecia: al fondo, el mar azul y la interminable costa pacífica. Muy cerca se destaca la espléndida y caprichosa piscina, configurada a manera de un manantial natural, siendo bordeada por un limpio jardín de exquisitas plantas tropicales. Los islotes interiores también están engalanados por una vegetación extraordinaria. Pero aún más interesante es lo ingenioso que fue crear una pequeña playita en la ribera de esta área, muy acogedora para relajarse al sol al margen de las provocativas y transparentes aguas.

Como resistiéndose, una escultura de tamaño natural del reconocido artista mexicano Javier Marín, parece salir de las aguas dirigiéndose al espectador. Un muy bien iluminado pasillo, flanqueado por enormes puertas ventanas, nos dirige hacia la sala de estar, un ambiente sosegado y tranquilo con cielos altos y pisos revestidos en madera que le imprimen calidez al área. Las paredes, unas engalanadas en fibra natural y otras acabadas en pintura de color neutral, complementan de manera perfecta con el amoblado, permitiendo que se destaque una enorme obra pictórica del artista Víctor Rodríguez, que adorna la pared del fondo de la habitación. También observamos otra encantadora obra de Jose Bedia y, estratégicamente colocada, una fabulosa escultura en vidrio de Isabel de Obaldía, de gran fuerza y reflejo.

En un rincón, encontramos el bar revestido en coralina, piedra de agradable textura, tonalidad arena, que por sus orígenes marinos es muy apropiada para edificaciones de playa. Sentados en la encantadora barra se deja entrever, a través de grandes cristales, la muy bien abastecida cava, que guarda deliciosos vinos a la temperatura ideal que deben estar dispuestos para ser degustados entre amigos. El baño de visitas, revestido en travertino con acabado rústico en tonos muy parejos, permite que se destaque el ocurrente lavamanos. Logrado por dos losetas dispuestas de manera sesgada, permite que el agua se deslice entre ellas para suavemente llegar al desagüe colocado en el piso.

Regresando por el foyer, nos dirigimos al comedor principal, un espacio abierto que, al estar más alto del nivel general, inmediatamente adquiere un aire elegante y preferente. Como nota curiosa observamos el tratamiento brindando a los cielos de cuatro aguas, revestidos en gruesas piezas de bambú bellamente ejecutado. En la pared cuelga un hermoso bodegón de Enrique Campuzano que, además de vestir el muro, ofrece un agradable colorido a este sobrio salón.

Pasamos ahora al salón de juegos, el área preferida por los jóvenes, ya que es aquí donde ellos se reúnen a jugar billar o póquer. También es un sitio para escuchar música, donde los muchachos se sienten sumamente cómodos, disfrutando de largos ratos de esparcimiento.

Al igual que en otros ambientes de la vivienda, los materiales son de tonalidades muy neutras tanto en los pisos como en las paredes, pero el toque de vivacidad y modernidad de este recinto se logra con el color rojo del tapiz del sofá, el oscuro matiz wenge de la madera del mobiliario y, particularmente, por las obras de arte de reconocidos artistas como Diego Linares y Víctor Rodríguez, que han sido exquisitamente dispuestas.

Salimos a la gran terraza y sentimos cómo se despiertan los sentidos, el delicioso olor a mar parece envolvernos, el movimiento de las olas nos entretiene y las palmeras, con su elegancia, nos recrea. Definitivamente, estamos ante un espectáculo maravilloso donde cada detalle ha sido tomado en cuenta, haciendo de esta propiedad un sitio de playa especialmente interesante y realmente único.

Fotos: Silvia Grunhut / Space 67

 

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