Los wounaan: resistiendo con arte en el corazón de la selva

Ana Carolina Fong |

16 abril, 2021

… Si una lección nos ha dejado esta pandemia, ha sido la de reanudar los vínculos perdidos con la naturaleza y la de reactivar valores como la solidaridad…

El final del año se dibujaba sobre las aguas del Chagres, nos deslizábamos hasta una pequeña comunidad insertada en la selva, donde la vida todavía se conecta al paisaje y la serenidad es melodía en el fondo del aire. Lejos del encierro de la ciudad, se abría un panorama espléndido. Otro tiempo aparecía, otros filtros definían la mirada.

Muy poco sabemos de los wounaan. Pueblo de guerreros y artistas, estuvieron enemistados con los gunas desde tiempos inmemorables (¡un día descubrieron que secuestraban a sus hijos, llevándolos a su aldea del otro lado de la montaña!). Luego de haber inventado la cerbatana —esa arma silenciosa que disparaba dardos envenenados—, pudieron vencer la flecha de los adversarios, desplazándolos definitivamente hacia las costas.

Según la mitología wounaan, fue de la chunga de donde se originó la creación. De esa palma negra, llena de espinas, el Astrocaryum standleyanum, que es todavía materia prima para la realización de sus veneradas canastas y sostén de sus rituales.  Se dice que, de sus estacas, la deidad Hewandam daría forma a los primeros wounaan sobre lo que hoy es el pacífico colombiano.

La serenidad del amanecer y la vida que despierta en el río Chagres.

En Panamá, los wounaan han habitado desde hace siglos el Darién, principalmente a lo largo de los ríos Chucunaque, Sambú, Tuira, Balsas y Jaqué.  Llegaron ahí después de resistirse con fuerza ante la subyugación de la conquista española, que destruiría su ciudad principal, Noamá. Los censos indican que hoy habitan un poco más de 8,000 wounaan sobre el territorio del Istmo.

Quería documentar más sobre el proceso de elaboración de las canastas hösig di cuando conocí a Luz, experta artesana y mentora, quien enseguida me invitó a seguirla en el bosque.  La exploración se materializó los primeros días del año, detrás de una larga fila de nietos y otras dos mujeres, artesanas también. Luz iba a la cabeza, con el machete levantado.

Para los wounaan, el bosque es proveedor.  Ahí se encuentra el agua, el alimento, las fibras:  además de la chunga, la nahuala, o más lejos, el maquenque, o las numerosas plantas y semillas que se utilizan para dar color a la fibra.

Luz abría el camino, mientras iban asomándose, imponentes, árboles centenarios.  Siguiendo los pasos seguros del grupo entre la selva, se dibujó de pronto un pequeño oasis, donde instantáneamente quedaron chapoteando felices los niños. Luz me hizo seña de seguirla un poco más. Nos alejamos del sendero esta vez, contenidas en los matices de verde, hasta encontrar la palma deseada. Como en un gesto realizado mil veces, Luz comenzó a cortar largas estacas, las que iba apilando de una en una. Lo mismo hacía su compañera. El tiempo se suspendió en contemplación silenciosa, hasta que cortaron un hilo de la misma planta, para envolver los dos bultos, listos para trepar a cuestas.  Las mujeres transpiraban, tranquilas. Con mi cámara colgada al cuello, me propuse llevar uno de los bultos, el que fui turnando de hombro a hombro, para soportar el peso que penetraba en mi piel. Nos juntamos otra vez con los niños y volvimos hundiendo los pies en los flancos de agua que aparecían en el camino de regreso a la aldea.

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La mayoría de las casas en la comunidad de San Antonio son de madera y como en la arquitectura tradicional, están construidas sobre pilotes. Los peldaños de una escalera tallada sobre un mismo tronco dan acceso a la entrada principal. Las parumas ondulan afuera, como banderas multicolores.

La casa de Luz es una de las pocas con paredes de cemento, a un lado del rancho comunal.  Todavía nos quedaba por desprender la fibra de las estacas frescas —con un gesto casi quirúrgico, las mujeres despegaron la epidermis, sin comprometer el interior de la pieza, de la que brotaron distintas capas que inmediatamente lavaron y pusieron a secar al sol.

Una vez se consigue la fibra natural, el teñido es otro proceso, comentó Luz. El negro, por ejemplo, se consigue cocinando la chunga con corteza de cocobolo (Dalbergia retusa) y luego se entierra en lodo negro por una noche.  El amarillo se consigue sumergiendo la fibra en cúrcuma (Curcuma longa), el beige con el nance, el celeste con el jugo diluido de jagua (Genipa americana), el rosado con una liana a la que llaman palo tinte (…).

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Entre las canastas más bellas del mundo

La primera vitrina que tuvo el arte wounaan se dio a inicios de los años 80 cuando la Sociedad Audubon dio su apoyo para administrar el Darien Indian Museum, en Gamboa, creando así un mercado para estas y otras piezas del arte indígena en Panamá. A mediados de los 90 abrió las puertas la New World Gallery, en Balboa, especializándose en estas canastas hösig di, consideradas por muchos coleccionistas como de las más bellas en la producción contemporánea y que, incluso, han sido motivo de publicaciones como un libro llamado The Best Baskets in the World, en el 2011. Aunque ambas vitrinas dejaron de existir, afortunadamente el arte wounaan sigue vivo.

Pese a que, tradicionalmente, las canastas se hacían todas en fibra natural, los colores y los diseños fueron integrándose a medida que encontraban más aceptación. Al inicio se utilizaron los mismos patrones geométricos que se usaban en la pintura corporal con jagua, muy parecidos a los que aparecen en la cerámica precolombina. Más tarde, comenzarían a aparecer plantas, aves, peces, insectos, entre otras figuras del imaginario cultural.

A pesar de que la comunidad de San Antonio fue fundada hace casi setenta años, sobre las aguas inundadas del Canal, la técnica de las canastas sigue vigente y son varias mujeres las que todavía practican este saber. En el tiempo libre que les dejan los quehaceres del hogar o los oficios que ejercen algunas fuera de la comunidad, se las ve sentadas sobre el piso de madera y, como en una meditación, se entregan al gesto fino y preciso del tejido. Toda pieza inicia con un pequeño nudo de nahuala —las fibras de chunga, las más finas, se utilizan como material de costura, para formar un espiral. Esa es la base de la canasta y la parte más compleja del diseño. Algunas canastas llevan hasta 8 meses de trabajo.  “Al final, son piezas 100% orgánicas que regresan a la madre tierra, sin impactarla”, nos dice con orgullo Telvinia, otra artesana que a sus 7 años hizo su primera canasta.  “A mí, por ejemplo, me enseñó una tía en Darién, y yo he enseñado a mi vez muchas de las técnicas que las artesanas de acá no conocían”, prosiguió Telvinia.

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La familia y la economía que se transforma

Para los wounaan, la familia es el centro de la vida y todo el sistema se fundamenta en ella.  Los niños, de diversas edades, forman un solo frente, desde donde inundan el ambiente de risas; mientras los hombres salen a pescar o a cazar y las mujeres ahúman sobre hoja de plátano, igual que lo hacían sus ancestros.

La base de la alimentación de los wounaan se basa en el plátano y en el pescado. El guineo verde lo utilizan con frecuencia, como en ese esponjoso pan cocido sobre hoja, o simplemente hervido para acompañar las comidas.

La crisis del turismo ha mermado la mayor parte de los ingresos de la comunidad de San Antonio, ya que solían venir de los visitantes y la venta de artesanías. Y es que la pandemia ha golpeado duro a esta comunidad que, a pesar de estar cerca de la ciudad, no tiene agua potable ni electricidad. Aunque la mayoría de los residentes se han acostumbrado a ir y venir en sus piraguas con sus garrafones, esperan algún día acceder a esos servicios básicos.

Hoy, con el impulso de un entomólogo francés, el campo de fútbol se propone como un posible huerto comunitario: las porterías sostienen dos tipos de espinaca, mientras al pie de un árbol de aguacate se enarbola una planta de pimienta. Almodio, uno de los coordinadores de turismo, se ha volcado a sembrar tomates en medio del campo, sin perder la esperanza de que el turismo se transformará y vendrá un nuevo visitante que valore la naturaleza y la cultura ancestral, al tiempo que se involucre en proyectos que los ayuden a desarrollar infraestructura.

Su intuición se articula con la visión de la Fundación Panameña de Turismo Sostenible, APTSO, —el turismo será regenerativo o no será, entendiendo por ello la maduración del turismo sostenible, que enfatice la relación del ser humano consigo mismo, con las comunidades y con su entorno. Y nos da como ejemplo lo que otros wounaan en la comunidad de Puerto Lara, en Darién, están logrando apoyados con fondos internacionales. Se trata de un proyecto de reforestación con plantas utilizadas artesanalmente para la tintura que, además de garantizarles materia prima para la producción de sus artesanías, les permite que muchos visitantes vayan a aprender de estas técnicas que se han quedado guardadas en la tradición oral de los ancianos.

Las tradiciones del pueblo wounaan merecen ser preservadas. La confección de cada canasta hösig di refleja esa cultura tan especial.

Los wounaan, pueblo orgulloso de sus tradiciones, de su cultura y de su arte, siguen utilizando diversos servicios que el bosque les proporciona a diario para subsistir, algo que debería hacerse más visible en proyectos que apuntaran a apoyarlos para conservar y seguir accediendo a ellos. Porque de esos recursos depende, justamente, su desarrollo sociocultural y económico. Son tan numerosos los activos que tienen los pueblos originarios, que tal vez sea hora de aprender de su cosmovisión, para enriquecer la nuestra y prepararnos todos para un mundo que pueda alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el 2030.

 

Cómo acceder a la comunidad de San Antonio

A tan solo 45 minutos de la ciudad de Panamá, a un lado de las instalaciones del Gamboa Resort, se encuentra el muelle donde llegan las piraguas y lanchas de motor a recoger al visitante. La comunidad de San Antonio, donde residen unas 60 personas, se encuentra dentro del Parque Nacional Soberanía, sobre la cuenca del Canal.

Almodio Membache es el coordinador de turismo de la comunidad, el que propone distintos tours o giras a la comunidad y a los alrededores. Desde avistamiento de aves hasta exploración del inventario natural/cultural (Tel. +507 6637-9503).

Luz Ayda Cabezón imparte clases particulares de tejido, individual o en grupo. Los materiales están incluidos en el precio. Igualmente, Luz tiene a disposición canastas hösig di para la venta (Tel. +507 6532-0300).

Para conocer más sobre esta comunidad visite: https://www.youtube.com/watch?v=1GY69RQM3c4&t=5s

 

Fotos: Ana Carolina Fong

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